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Con vistas al Naranco

Ribadeo en pro de la música

Una villa culta y un festival que debe continuar

Como todos los veranos, asistí al Festival naviego de Horacio Icasto, ya sin el gran pianista argentino, dedicado esta vez a una rememoración de los temas de Nat King Cole, por Vicente Borland, artista panameño de primera, al piano; los guitarristas Israel Sandoval y mi entrañable Santiago Reyes, el saxofonista Juan Muro, Richie Ferrer al contrabajo y Valentín Irutat con la batería. Si bueno fue todo el concierto que apadrina Juan Coloma, la nota de color local la dio una breve, pero emotiva, aportación coral de una veintena de adolescentes naviegas con genuino y maravilloso acento.

Y, de nuevo como desde hace nueve años, la excelencia que irradia el Oriente gallego y el Occidente astur, del Festival Internacional de Música Clásica de Ribadeo, con el alma no menos excelsa de Leopoldo Erice, un tipo de arte y carácter singulares.

Fueron cinco días ribadenses, apasionantes de música y actividades, entre las que hubo talleres y un logrado guiño hacia la pintura de la mano genial del joven ovetense Guille Fernández.

Además del cuarteto "Penderecki String Quartet", rayano en la perfección, la base estuvo en el sensacional clarinetista James Campbell, la soprano Leslie Fagan y la consabida de Erice al piano. Toni Deaño dio medida declamación a la versión española de los textos.

La venida canadiense de semejantes clarinete, cuarteto y cantante me hicieron soñar en cómo una villa pequeña, pero socialmente tan culta, puede acoger y vibrar con estas músicas. Sam, un joven inglés, de intercambio con un nieto mío, asistió entusiasmado con este motivo a sus primeros conciertos, demostrando una vez más que la música hay que saber servirla sin vacilaciones a los niños desde pronto.

Mucho sentí que tantos amigos operísticos de Oviedo, tan cerca ya por autovía, se perdieran la emoción que Leslie dio a sus actuaciones y, sobre todo, la siempre difícil y sublime aria de la locura de Lucia di Lammermoor, tan frecuente en el Teatro Campoamor, y que, en el Auditorio de Ribadeo, me sonó a gloria aún más si cabe.

En estos tiempos de recortes vergonzosos para la Cultura espero que el Festival de Ribadeo siga adelante. Se lo merecen los aficionados, sus voluntarios sostenedores y una ría del Eo, sobre la que muchas veces he rememorado cómo el gran poeta Luis Cernuda amaneció en su primer día con la sonata a Kreuzer, que para unos provenía del gramófono de Dámaso Alonso y para Luis López, presidente de la Asturgalaica de Amigos del País, del piano de un miembro de la familia Loriente Penzol.

¡La mejor Cultura, en la entrada al Paraíso Natural!

www.antoniomasip.net

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