Emoción y regeneración. Sólo dos palabras bastan para resumir el espíritu de una semana muy especial vivida desde Asturias en torno a los Premios. Treinta y cuatro años después, la Fundación que un día nació para vincular a un niño, heredero de la Corona, con su pueblo y verle progresar, como en un aprendizaje, en el desarrollo de las altas obligaciones para las que estaba llamado, recibió a ese mismo príncipe convertido ya en Rey. Misión cumplida, pues, que da paso, con naturalidad, a un relevo: la cesión del testigo a su hija, Leonor de Borbón. Nuevos aires que conectan muy bien con los tiempos de cambio y conductas ejemplares -el "impulso moral", como lo definió Felipe VI- a los que aspira la mayoría ciudadana para recuperar la ilusión.

Desde la tribuna del teatro Campoamor, Felipe VI no pudo reprimir el viernes la emoción, al lado de una ovetense, su esposa la Reina Letizia, también con los ojos vidriosos por la intensidad del momento. Un espontáneo y conmovido "gracias, de corazón, muchas gracias" brotó de sus labios cuando una salva interminable de aplausos rubricó las frases con las que se presentaba como Rey.

La respuesta del mismo auditorio -aunque lógicamente con ausencias y caras nuevas por ley de vida-, que le había escuchado pronunciar con trece años su primer discurso público y que, desde ahí, ha seguido, ceremonia a ceremonia, su crecimiento en el camino hacia el trono, rebasa el marco de la mera cortesía. Representa el refrendo simbólico al drástico golpe de timón que el país necesita para recuperar la autoestima y la confianza. La expresión de un anhelo de reconquista de valores compartido por el propio Monarca.

La "ovación de Oviedo", que trasciende las "frases que afirman nuestro ser", como diría John Banville, delimita el fin de una época y el comienzo de otra.

En la calle, miles de personas venidas de toda la nación mostraban su descontento. Conforme se ha ido enquistando la crisis y retrasando la llegada de soluciones, ese grito de hartazgo multiplica sus voces y busca grandes escaparates en los que publicitarse para dar rienda suelta al desahogo.

Otro galardonado, el historiador Joseph Pérez, evocó a fray Luis de León y a San Agustín para rememorar que la paz, entendida como la quietud procedente del bienestar, emana del orden y el sosiego. El orden construido desde la Transición empieza a contar con cierta contestación social. El sosiego nunca debe perderse. La manifestación de protesta ante los premiados y las autoridades, numerosa, temida en las vísperas, transcurrió sin incidentes, si bien en medio de un gran despliegue policial.

Cualquiera tiene derecho a quejarse. Lo ideal es evitar los motivos para hacerlo. Con la "justicia, aceptación y consentimiento" de los clásicos, en España cabemos todos. No por casualidad los pasajes del discurso del Rey dedicados a la recuperación de principios éticos y referencias morales, al orgullo de lo que los españoles han levantado juntos y al alejamiento de la división y la discordia resultaron muy celebrados.

La Corona, arcaica y caduca para algunos, tiene que ser una institución ágil a la hora de responder a las demandas de cambio de la sociedad. La valoración de la monarquía, después de haber caído en picado en el final del juancarlismo, ha subido en pocos meses varios puntos en los sondeos demoscópicos. Hoy, aquel tenso debate con el republicanismo como telón de fondo que parecía carecer de salida sin el cobro de facturas traumáticas ha perdido virulencia. Los Reyes establecen distancias con la etapa anterior y dejan su impronta y personalidad en gestos: la apertura, la transparencia, la sencillez, la proximidad, la buena conexión internacional. No pareció un lapsus el sentido reconocimiento de Felipe VI hacia su madre, la Reina Sofía, y la omisión del papel desempeñado por Juan Carlos I, sólo recordado por el presidente de la Fundación.

Éste ha sido sin duda el año de los Estados Unidos, con un elenco como nunca de nominados procedentes de ese país: las becas Fulbright, la Maratón de Nueva York, los científicos Mark E. Davis y Galen D. Stucky, el arquitecto Frank Gehry, canadiense de nacimiento afincado en California. Multiplicar la presencia en el mercado anglosajón, que es tanto como conectarse con las influyentes vanguardias y las tendencias que imperan en el mundo, siempre ha sido uno de los grandes objetivos.

La puerta hacia una era de protagonismo femenino, acorde con la evolución de los tiempos, ha quedado abierta. Y no sólo porque aumente el número de mujeres reconocidas, una consecuencia lógica del mérito y el avance de la igualdad. La Princesa Leonor, como ya le ocurrió a su progenitor, cuenta a partir de este instante en Asturias con una referencia decisiva para completar su formación: la oportunidad de conectar en primera persona con sectores muy diversos, y de exponerse a sus inquietudes. Una gran escuela para las responsabilidades futuras que le aguardan.

Ya que arranca una etapa distinta no estaría de más revisar algunos aspectos formales. La parte del discurso de cierre que glosa a los galardonados es un riesgo innecesario y una redundancia. La vida da muchas vueltas, no hay por qué asumir como propias las decisiones de un jurado independiente. La mayoría del público conoce de sobra la valía de las personalidades distinguidas. Sobre todo ahora que muestran una gran implicación en encuentros, conferencias y debates, amplían su estancia en la región y esparcen su riqueza cultural por muchos municipios.

Los premios son de todos. La gente tiene que sentirlos y hacerlos suyos. Que Felipe y Letizia quieran educar a sus hijas en la "noble causa" que inspira la Fundación es una garantía de continuidad importante para Asturias. Con una Princesa al frente, la cita tiene que ser una fuente de ideas y de estímulos para la excelencia y la superación.