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Economista y abogado

Hablemos claro

La política energética española y los graves errores cometidos durante demasiados años

Lo primero que me gustaría decir en este artículo es que me alegro mucho por los trabajadores, por la comarca de Avilés y por el Principado de Asturias de que Alcoa, de momento, no se cierre. Y lo digo para que, aun con lo que a continuación les voy a contar, no haya ninguna duda. No vaya a ser que me pase lo mismo que con la alcaldesa de Avilés, Pilar Varela, que después de denunciar los hechos de la corrupción del Niemeyer lo único que sabía decir era "Abando no quiere a Avilés".

Se ha hablado mucho durante el último mes de electricidad, de subasta y de esa palabra maldita y difícil de pronunciar llamada "interrumpibilidad", que, como no podía ser de otra manera, ni existe en el Diccionario de la Real Academia Española. Vamos a tratar de aclarar las diferentes cuestiones alrededor de este problema.

Interrumpibilidad. Muchas personas no saben de qué se trata y la mayoría piensa, equivocadamente, que es algo que nos cobran las compañías eléctricas.

En mi opinión, es un engaño a todos los consumidores de energía eléctrica, es decir, a los ciudadanos. Significa que todos nosotros pagaremos, a través de la factura eléctrica, un dinero (507 millones de euros en 2015) a las grandes empresas consumidoras de electricidad a cambio de que se les pueda detener su actividad en los momentos que exista una saturación de consumo eléctrico en el sistema.

Miren ustedes, no vamos a discutir que, llegado el caso, es más importante dar luz a un hospital que el que una fábrica produzca aluminio durante cinco horas. Y por eso se creó este concepto. Ahora bien, la pregunta que nos debemos hacer es ¿ocurre esto alguna vez? Y la respuesta es: ha ocurrido, pero ahora es casi imposible. Luego, no. Red Eléctrica Española (administradora del sistema y quien puede dar la orden) lo hizo por última vez en 2009 en el sur de España, por motivos meteorológicos, de forma local y por unas horas.

¿Y por qué es casi imposible? Fíjense en estas cifras: en el año 2008 se consumieron en España 263.530 GW hora. En el año 2014 fueron 243.486, un descenso del 7,6%. La máxima potencia instantánea consumida en la historia de España fue en 2007, concretamente el 17 de diciembre a las 18.53 horas, con 45.450 MG. En 2014 fue el 4 de febrero a las 20.18 horas, con 38.948 MG, un 14,3% menos que en 2007. Además, en el año 2007 había instalados en España 87.635 MG preparados para producir energía eléctrica y a día de hoy tenemos 105.467, un aumento del 20,3%. Y, a mayor abundamiento, somos exportadores netos de electricidad. Si ponemos en relación todas estas variables llegaremos a la conclusión de que es imposible que se produzca la interrumpibilidad en la actualidad.

Entonces, preguntarán ustedes, ¿por qué pagamos en los últimos cinco años 2.500 millones de euros y seguiremos pagando en 2015? La respuesta es clara y contundente: son ayudas de Estado encubiertas a las grandes empresas consumidoras, que, como no podía ser de otro modo, pagamos todos los españoles.

¿No sería mucho más correcto y justo pagar sólo en el caso de que se interrumpa? Por supuesto. Pero entonces no se subvencionaría a Alcoa con 130 millones de euros (80 por San Ciprián y 50 por La Coruña y Avilés), que le pagaremos este año, simplemente no le abonaríamos nada.

Coste de la electricidad. Pero, como siempre, algunos políticos por ignorancia, otros por "mala baba" y otros, la mayoría, por las dos cosas, llegado este momento dirán, como ya lo han hecho públicamente, que todo es como consecuencia de que la electricidad en España es cara. Claro que los que lo dicen no hacen autocrítica declarándose culpables, por acción u omisión, y ni tan siquiera argumentan por qué. Así que vamos a tratar de ver si es verdad.

Lo primero que debemos de saber es que del recibo de electricidad que pagamos sólo el 39% son costes eléctricos (producción, distribución y comercialización), es decir, lo que se llevan las diferentes compañías eléctricas. El resto, el 61%, son impuestos, tasas y subvenciones decretadas por las diferentes administraciones. O lo que es lo mismo, 61 de cada 100 euros ni los consumimos nosotros ni son coste real de tarifa. ¿A que ya no les parece tan cara la electricidad? Y con toda razón dirán ustedes: la electricidad no, la factura si. ¿Y cómo se llegó a esta barbaridad? Pues, simple y llanamente, por la estupidez de los diferentes gobiernos.

Se subvenciona el carbón nacional y se subvenciona a las térmicas por su consumo. Se subvenciona la cogeneración. Se subvencionan las energías renovables. Se subvenciona a empresas por la posibilidad de la interrumpibilidad. Se subvenciona la insularidad. ¿Saben más o menos lo que supone todo esto? Cerca de 15.000 millones al año que pagamos todos en nuestro recibo. Si a esto le sumamos los impuestos y las tasas ya tenemos la explicación de la carestía de la factura eléctrica.

Pacto de Estado. Hace ya cinco años, ante las barbaridades del señor Zapatero y su Gobierno, en un artículo publicado en LA NUEVA ESPAÑA dije que era necesario un pacto de Estado energético. Ahora también lo reclama el presidente del Principado de Asturias. ¡Bienvenido al club, don Javier! ¡Cuánta credibilidad hubiera ganado si lo hubiera pedido públicamente en aquellos años! Pero en aquella época, siendo diputado y secretario de los socialistas asturianos, mientras se cometían los mayores desmanes energéticos de la historia de España (le recuerdo la regasificadora de El Musel), estaba callado cuan dócil militante. ¿No pensaba en las consecuencias para las industrias asturianas en el futuro? Así entienden algunos su compromiso con los ciudadanos.

Pero es verdad que don Javier no es el único culpable, ni mucho menos. Desde que en el año 1983 don Felipe González anunciara la moratoria nuclear hasta el día de hoy todos los gobiernos fueron responsables, pues la política energética de España simplemente no existió. Se tomaron siempre decisiones no meditadas, extravagantes e imprudentes.

La política energética de un país es tan importante que no se puede dejar en manos de la fantasía de unos iluminados con sueños de grandeza. Los políticos se tienen que concienciar de que sus improvisadas decisiones nos perjudican a todos los ciudadanos durante años. Hace falta un estudio riguroso, con expertos de verdad en la materia, y que la decisión final sea consensuada con la mayoría de las fuerzas políticas. Una decisión que tiene que conllevar un marco regulatorio estable donde se instaure el camino a seguir en el largo plazo, al margen de la política y de los políticos. La energía es un problema nacional. Incluso me atrevo a decir que hoy es un problema europeo, y como tal hay que afrontarlo.

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