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Los Castro vuelven al redil

El encuentro del presidente de Cuba con el Papa Francisco

Apenas cincuenta y cinco minutos de conversación con el Papa Francisco han bastado para que el presidente de Cuba, Raúl Castro, cayese bajo la fascinación del actual heredero de San Pedro. Anunció en efecto Raúl que, si el Jefe del Estado Vaticano mantiene su línea política, "yo volveré a rezar y regreso a la Iglesia: y no lo digo en broma".

Castro es hijo de gallego y por tanto hay que suponerle la ironía, pero tampoco pasaría nada en el caso de que estuviese hablando en serio. Después de llegar a un arreglo con el otrora detestado Imperio yanqui y deshacerse en elogios a Barack Obama, el propósito de volver a misa los domingos casi parece un empeño menor.

Estos son claros presagios de que el fin de los tiempos se acerca. Lo explicó muy bien San Juan al anunciar en su Apocalipsis la llegada de un Anticristo con forma de bestia de siete cabezas y diez cuernos que representaría al poder imperial. O a los USA, que vienen a ser lo mismo. La crecida de los mares, las olas de calor y el cambio climático que los ecologistas atribuyen al calentamiento global de la atmósfera no serían, en realidad, otra cosa que avisos del fin del mundo. El regreso de Raúl (y acaso también Fidel) Castro al confesonario de su infancia confirmarían a mayores el cumplimiento de la profecía.

También la Virgen de Fátima había profetizado en sus mensajes a los pastorcillos la inminente cristianización de Rusia: y está claro que acertó. Los rusos no han dejado el vodka, pero sí el comunismo. Y algo parecido han hecho los chinos de Mao Tse Tung al acogerse al patronazgo de la Virgen del Libre Mercado con el ímpetu e incluso la furia típica de los conversos.

Vistos tales precedentes, era solo cuestión de tiempo que los líderes de Cuba, penúltimo bastión del socialismo científico, cayesen rendidos ante el poderío de la fe. La de Raúl Castro en el Vaticano ha sido una iluminación comparable a la que derribó de su caballo a Saulo cuando iba camino de Damasco (feliz accidente que, como se sabe, lo transmutó en San Pablo). También Saulo pasó de perseguidor de la Iglesia a devoto miembro de la cristiandad.

Falta por sumarse al coro de conversos Kim Jong Un, monarca reinante en Corea del Norte; pero esto, como el asunto de los chinos, lleva su tiempo y sus propios calendarios. El de Asia es un género que ha trabajado poco la Iglesia, tradicionalmente más volcada hacia los desposeídos de África y América Latina.

El mérito de este giro histórico y a la vez teológico corresponde sin la menor duda a Francisco, un pontífice que a fuerza de abogar por los pobres se ha ganado incluso el corazón del eurodiputado Pablo Iglesias, quien no paró de lanzarle tuits como saetas de Semana Santa durante la intervención del Papa en el Parlamento de Estrasburgo.

Se ignora lo que pueda haberle contado Francisco a Raúl en la intimidad de su charla privada, pero muchas y consistentes tuvieron que ser sus razones para conmover al veteranísimo guerrillero y colíder de la revolución cubana. El caso es que Castro, educado al igual que su hermano Fidel en los jesuitas de La Habana, ha anunciado ya el propósito de volver al redil de la Iglesia si el Papa persiste en su línea. Más que una reedición de la parábola del hijo pródigo, esto parece un milagro. Aunque Raúl sea medio gallego y quizá estuviese ejerciendo, sin más, el arte de la retranca. A saber.

stylename="070_TXT_opi-correo_01">anxel@arrakis.es

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