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Joaquín Rábago

Sueldos nada transparentes en la cúpula musical

Los ingresos del maestro al frente de la Filarmónica de Berlín

La elección democrática por los 124 músicos de la Filarmónica de Berlín del sucesor de su actual titular, Simon Rattle, ha puesto una vez más de relieve algo que esa orquesta comparte con otros conjuntos germanos: la falta de transparencia sobre los ingresos del maestro que está al frente. Como critican algunos medios de ese país, en esa elección secreta se habla de todas las cualidades que debe reunir el aspirante a tan prestigioso puesto, de su madurez artística, capacidad de liderazgo y dotes diplomáticas, pero no de lo que cobrará. A diferencia de lo que ocurre en cualquier empresa que cotice en Bolsa, los directores estrella, que son el equivalente en el mundo de la música de los consejeros delegados de las grandes compañías, no tienen, sin embargo, la obligación de revelar sus ingresos, algo que sí ocurre, por el contrario, en Estados Unidos.

El semanario "Die Zeit" recuerda el caso del maestro italiano Riccardo Chailly, quien, antes de aceptar la dirección de la orquesta de la Gewandhaus de Leipzig, rompió con Valencia cuando desde el Ayuntamiento de esta última ciudad se reveló lo que cobraría al año: más de un millón de euros.

Están protegidos por una cláusula de confidencialidad, a pesar de que las orquestas germanas estén generosamente subvencionadas con dinero público. Por ejemplo, la propia Gewandhaus recibe anualmente en torno a los 16 millones de euros de las arcas municipales, y el contrato que Chailly ha firmado con la ciudad impide revelar cuánto de ese dinero va directamente a sus bolsillos.

El tribunal de cuentas del "land" de Sajonia, el único que al parecer tienen derecho a saber lo que gana, lo considera en cualquier caso exagerado, dado que además, según la prensa local, el municipio paga su alojamiento en la suite ejecutiva de un hotel de 810 euros la noche.

Pero lo mismo ocurre con las orquestas más prestigiosas de otros "laender" y mientras los maestros cobran en algunos casos honorarios astronómicos, algunas orquestas tienen que fusionarse y suprimir puestos de trabajo o se cierran salas de conciertos, lo que no parece justo.

El citado semanario recuerda que cuando Chailly se comprometió hace diez años con la orquesta de la Gewandhaus, Leipzig pasaba por ser una de las ciudades más pobres de Alemania, con un desempleo del 20%.

Otro motivo de queja tiene que ver con que sólo una burguesía ilustrada pueda disfrutar muchas veces de orquestas que financian, sin embargo, todos los ciudadanos con sus impuestos.

Otros, sin embargo, argumentan que una orquesta de prestigio, con un director famoso al frente, es una fuente de ingresos para la ciudad al atraer a un turismo de alta calidad y elevado poder adquisitivo.

Además, algunos directores como el británico Rattle se han esforzado en democratizar la experiencia musical, ampliando el repertorio y acercando la orquesta a públicos nuevos, y más jóvenes, algo como lo que intentó hacer en el Teatro Real de Madrid el fallecido Gérard Mortier.

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