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Clave de sol

El gol y sus saludables efectos

El tanto de Messi que otorgó el campeonato de Liga al Barcelona

Con un recuerdo a Fernández Flórez, descubridor del vicegol

Que el hecho de que, fruto de una patada, un objeto esférico traspase sin contratiempos el umbral de una puerta convencional y ocasione con ello el delirio de las muchedumbres es sin duda uno de los fenómenos más singulares de la época que nos toca vivir. Y no sólo por el hecho en sí, sino por sus efectos en el comportamiento de quienes se ven supuestamente favorecidos por la victoria que este simple acontecimiento comporta. Me refiero, como el lector ha adivinado, al gol de Messi que otorgó el campeonato al Barcelona desencadenando, como siempre en estos casos, el entusiasmo y la felicidad temporal de millones de hinchas y de la mayoría de los catalanes. He aquí cómo un hecho que parece tan trivial como un juego de niños, la pelota, puede tener efectos determinantes en la sociedad.

Porque el periodista está seguro de que la descarga colectiva de adrenalina y el premio, digamos, simbólico por no decir espiritual, que se supone de algún modo compartido, han ocasionado una mejora sustancial en la salud de los ciudadanos y, en el caso que nos ocupa como efecto colateral, una inyección de moral para los independentistas.

Pero no es la intención de quien esto escribe entrar en consideraciones políticas sobre el caso, de las que podrían extraerse conclusiones desoladoras, sino la de comprobar que una vez más en ocasiones como ésta se pone de manifiesto la importancia de las emociones. Y es así hasta el punto de determinar una especie de puerilización latente en el fondo del corazón humano.

Contemplar con la frialdad que otorga el no sentirse partícipe de los beneficios del gol "messiánico" -perdónese la licencia- otorga la posibilidad de juzgar con la mente fría las demasías del júbilo colectivo que ponen de relieve el pequeño que llevamos dentro hasta el punto de hacernos pensar que el adulto no es otra cosa que un niño estropeado. Las imágenes y su sonido, no por recurrentes menos expresivas, patentizan lo dicho: los jugadores, vestidos de color azafrán, saltaban como los críos repitiendo "¡Campeones, campeones, oé, oé, oé!", mientras el delirio se desataba en la afición. Lo curioso será que el campeonato de España tenga después repercusiones catalanistas. Parece un contrasentido.

No puede uno dejar de recordar una vieja novela de Fernández Flórez, "El sistema Pelegrín", instructor de un colegio en el que se llegó a establecer lo que llamaríamos la socialización del gol. La dirección se incautaba de toda la producción de goles producidos en el campo de fútbol del centro, que eran distribuidos después entre todos los alumnos con severa justicia.

Precisamente don Wenceslao fue también el inventor del "vicegol", curiosa figura en sus crónicas futbolísticas de los partidos del Real Madrid en una divertida serie que titulaba "De portería a portería". Si los vicegoles se computaran por medios goles, como proponía don Wenceslao, los resultados serían muy diferentes.

Gol, por cierto, el que dio el campeonato al Barcelona, que fue marcado por un extranjero. Todo es en esto muy convencional.

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