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Eduardo Lagar

Voto emocional

Vago por la redacción de LA NUEVA ESPAÑA en busca de asesoramiento y entre Lucía S. Naveros y Juan Ardura, expertos en Política, me aportan el quid de las elecciones: los viejos partidos tienen demasiado pasado y los nuevos, demasiado futuro. Así que estamos en tierra de nadie, amiguitos. ¿A quien votar entonces pasado mañana? Qué indecisión. Sigo evacuando consultas. Guasapeo con un amigo muy experto en la cosa electoral. Es tan listo como Pedro Arriola pero, además, es de Turón. O sea, doblemente listo. Sentencia: "Voto emocional, voto emocional, tú quédate con eso". Quien entiende a los arriolas del mundo... ¿Y qué será ese voto emocional? Llamo a más gente preguntando por el voto emocional y recojo esta historia real que lo describe. Esto es un señor muy aficionado a las tertulias televisivas y tanto se recalentaba con Marhuenda que fue y se tiró de cabeza a votar a Podemos en las pasadas Europeas, más que nada pa darle en el focicu al periodista del flequillo popular. Depende de lo que se te hinche, votas. Y así, Javier Fernández pagará la gran traición obrera de Villa y Cherines los viajes a Suiza de Bárcenas. O no. O puede que los dos, al final, se beneficien de aquellos votantes cuyas emociones, o miedos de última hora, intuyan que Albert Rivera puede ser efectivamente un candidato desnudo o vean que Pablo Iglesias ya se recoge la Utopía y no la lleva suelta y que viene a ser lo mismo que lo malo conocido. O puede que pase un pájaro volando y te acuerdes de Rato, y votes un zasca al sistema. O que no pase el pájaro y, como no pasan ya, votes a EQUO, pa que haya pájaros. Luego, a esa ensalada de emociones la llamamos la Voz del Pueblo.

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