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La demagogia de la riqueza

La subjetividad del término "rico"

Hay cuestiones que son siempre difíciles de afrontar, pero no por ello se deben callar. Durante esta campaña que hemos padecido se ha hablado mucho sobre los ricos y la riqueza. Escuchando a muchos líderes políticos parecía como si las personas que tuvieran dinero fueran unas apestosas. Daba la impresión que se trataba de predisponer a los ciudadanos contra ellas, como si se tratase casi de delincuentes a los que había que despojar inmediatamente de todo lo conseguido a lo largo de su vida.

Miren ustedes, como decía al principio, además de ser un asunto complicado, la palabra "rico" es en sí misma un vocablo muy subjetivo; depende mucho de cómo la consideremos. Pero me van a permitir que demos unas vueltas sobre ella, aun a sabiendas de que, posiblemente, ninguno de ustedes esté de acuerdo con lo que expondré.

Según el diccionario, un rico es una persona que tiene muchos bienes o mucho dinero. Ahora bien, ¿Cuánto dinero y/o cuántos bienes? Aquí está "la madre de todas las batallas" y donde nunca nos pondremos de acuerdo.

Nadie duda que son muy ricos los norteamericanos Gates, fundador de Microsoft; Buffet, fundador de Berkshire Hathaway; Ellison, fundador de Oracle; el mexicano Slim, fundador de American Móvil; o el español Ortega, fundador de Inditex. Todos ellos tienen unas fortunas entre los 50.000 millones y los 72.000 millones de euros. Pero si les digo que la mayoría de ustedes también lo son me empezarán a increpar de la manera más dura que se les ocurra. Y es que, ya les dije, que opinaríamos de diferente manera. ¿Por qué les estoy llamando ricos a la mayoría de ustedes? Porque, según el Banco Mundial, si tienen 75.000 euros en dinero, acciones, bonos o propiedades están ustedes entre el 10% de los más ricos del mundo. ¿Se dan cuenta? Un 90% de la población mundial tiene menos que ustedes. El 50% del mundo tiene menos de 4.000 euros en dinero o propiedades. No me negarán la subjetividad del término. Y es que no podemos olvidar que vivimos en un continente y en un país de los llamados ricos.

Pero vamos a dejar a un lado los números y los considerandos a nivel mundial (para Gestha, el Sindicato de Técnicos de Hacienda, una persona rica en España es la que tiene mas de 750.000 euros, excluida la primera vivienda, mientras que para los grandes bancos de inversión son los que tienen un mínimo de 30 millones de euros), y nos centraremos en España, en las familias españolas y en los impuestos.

Quiero dejar claro que, al contrario de lo que pretenden los grandes demagogos actuales, cualquier persona que tiene una fortuna conseguida a través de la iniciativa y la capacidad es una persona que merece todo el respeto y admiración de la sociedad. La riqueza puede y debe despertar resentimiento cuando está conseguida mediante malas prácticas o como consecuencia del maridaje entre el poder político y los actores económicos. Pero nunca cuando se consigue a través del esfuerzo, el trabajo y el talento de las personas. Entre otras razones, porque habitualmente son esas personas las que hacen que la sociedad avance y que cada vez se incorpore una mayor parte de la población a esa manera de vivir a la que legítimamente puede aspirar todo el mundo.

Resulta vomitivo cómo se puede escuchar hablar de sueldos de 50.000 euros y patrimonios de 400.000 como si quienes los cobrasen o los tuvieran fueran "ricos" mientras se intercalan en el discurso palabras como golfos, ladrones o sinvergüenzas. Hoy, según el Banco de España, un millón de españoles cobran alrededor de 50.000 euros al año. ¿Son ricos por ello? Hoy, también podemos leer en los informes del Banco de España que cerca de 3,6 millones de hogares españoles poseen bienes o propiedades por más de 400.000 euros. ¿Son ricos por ello? La gran mayoría de ellos son trabajadores cualificados que, después de una etapa de formación y sacrificio, han logrado llegar a puestos importantes en las empresas. Y, junto a todos los trabajadores de España, están tratando día a día de sacar a este país adelante. Bajo ningún concepto debemos de admitir que por la fuerza del populismo se trate de convencer a la sociedad de que los ejecutivos o los trabajadores cualificados de España tienen que ser maltratados fiscalmente.

Hace unos meses escribí un artículo en LA NUEVA ESPAÑA donde decía que el mundo siempre avanza a mejor. Comentaba en él que en los próximos quince años se incorporarían a las clases medias en el mundo 2.000 millones de personas. Lo que debemos hacer en España en los próximos años es crear puestos de trabajo, para que ese millón de hogares donde ninguno de sus miembros trabaja descienda de manera drástica. Eso es lo más urgente y necesario. Pero les aseguro a ustedes que no se logrará si lo que pretenden algunos es acabar con los trabajadores cualificados; todo lo contrario, acabando con ellos jamás se logrará la creación de los puestos de trabajo que se necesita.

También hace unos meses escribía un artículo en este periódico donde por primera vez -luego lo copiaron algunos políticos- hablé de Asturias como infierno fiscal. Decía en él que bastante desgracia tienen los asturianos con la confiscación de renta disponible, y que, como consecuencia de esa política fiscal equivocada, Asturias crecería menos que el resto de España, se crearían menos puestos de trabajo y se empobrecería más. Solo faltaba que vinieran otros que nos llevaran al camino sin retorno de la pobreza total. Ejemplos los hay en el mundo; todos iguales, menos ellos, "la casta", pero todos pobres en un país hundido.

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