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Por primera vez en la ominosa travesía desde Tercera, el Oviedo ha hecho las cosas bien y recoge su premio. El oviedismo recobró la calma. El deportivo ha sido el único asunto prioritario estos meses en el ámbito futbolístico, quedando atrás los momentos convulsos y esperpénticos de otras campañas. En este nuevo clima fue posible confeccionar una plantilla ambiciosa, pensada para el salto de categoría, que dejó constancia de su valía en el choque decisivo. También acometer en paralelo una revolución tranquila de todos los estamentos. Los nuevos dirigentes asientan los pilares de una institución distinta, más profesional y moderna, que garantice un futuro próspero.

El Sporting, suba esta tarde de forma directa o tenga que jugar los partidos de promoción -el primero, el próximo jueves-, ha realizado una temporada de ensueño con un equipo en su mayoría sacado de la cantera por la imposibilidad legal que tuvo de fichar jugadores el verano pasado debido a los impagos. El ascenso no era el objetivo marcado en los comienzos, cuando se pensó que la ausencia de refuerzos condenaría a los rojiblancos a luchar por la permanencia. Pero el once creció semana a semana hasta llegar a este final espléndido. Acceder a la Liga de las Estrellas parece ahora una meta irrenunciable, por imprescindible, para aliviar las graves tensiones económicas. Los ingresos que reportaría la aplicación del nuevo decreto sobre derechos televisivos surgen como un salvavidas en el horizonte.

Pese al excelente rendimiento en la cancha, hay algunos nubarrones amenazantes. Los azules deben unos diez millones de euros, la práctica totalidad al Fisco. Los rojiblancos acumulan pagos pendientes que superan los treinta millones de euros.

Oviedo y Sporting han sufrido en el pasado los rigores del pinchazo de la burbuja futbolística, que desembocó en concursos de acreedores para la mitad de los equipos de Primera y de Segunda, y la desastrosa gestión de directivos nefastos que dejaron tras de sí un reguero de deudas. Si han podido resistir hasta aquí ha sido por el comportamiento ejemplar de unas aficiones entregadas que nunca les dieron la espalda e incluso, como en el caso de los oviedistas, pusieron dinero de su propio bolsillo para enmendar los rotos.

El fútbol en general no puede continuar en manos de presidentes que de nada se responsabilizan, ofrecen lo que no tienen, no pagan lo que deben y distraen el control inflando las cuentas con artificios y revalorizaciones irregulares. Después, prevaliéndose de que los clubes son sociedades anímicas antes que sociedades anónimas, chantajean emocionalmente a las comunidades autónomas y a los ayuntamientos respectivos con el fin de endosarles los pufos.

En lo económico, la situación del Oviedo ha dado un giro con la llegada de Slim al accionariado. Carso, el grupo del multimillonario, alcanzó un acuerdo con los principales acreedores, la Agencia Tributaria y la Seguridad Social, para liquidar en seis años los débitos y lanzó otra ampliación de capital para consolidar la entidad. En la primera temporada en la que los mexicanos asumieron al completo la gestión llevan desembolsados muchos euros para revertir la tendencia declinante, reestructurar la cantera y generar nuevos ingresos que aporten liquidez y hagan sostenible a largo plazo el proyecto.

En el caso del Sporting, los intentos de los propietarios del mayor paquete accionarial, la familia Fernández, para vender sus títulos han resultado baldíos. Las tensiones sociales desatadas en los últimos meses en El Molinón, con un foco opositor que reclamó cada quince días la dimisión del consejo de administración en el minuto cinco de cada partido, y la falta de solidez de los grupos interesados en la compra han frenado el cambio de dueño. El Sporting, suba o quede en Segunda, necesita una fuerte inyección de dinero para satisfacer a reclamantes diversos entre los que figuran empleados y jugadores. De protestar éstos ante los organismos competentes, como en su día ocurrió en Oviedo, podrían meter al club en severas complicaciones, mayores de las que actualmente padece.

Los valores de rojiblancos y oviedistas sobrepasan el deporte. Demuestran unidad, superación, sacrificio, talento para crear una marca con proyección global capaz de atraer al segundo empresario más rico del mundo e inteligencia para fabricar un producto competitivo y joven con los de casa, que en nada desmerece a los construidos a golpe de talonario con figuras de relumbrón. Un ejemplo muy provechoso para otras actividades de Asturias.

El ascenso a la Segunda División ya es una realidad para el Oviedo y acceder a la Primera División, un sueño alcanzable, y deseable, para el Sporting. Por historia y por la enorme masa social que arrastran, el sitio de ambos clubes está junto a los grandes. Tarde o temprano llegarán, estamos seguros. Felicidades a los azules y buena suerte para los rojiblancos ante su último gran desafío. Las conquistas de Sporting y Oviedo trascienden dos ciudades, dos hinchadas y dos colores: son importantes y preciadas para toda Asturias.