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Profesor de Matemática Aplicada de la Universidad de Oviedo

El arte de lo posible

Cómo conseguir que nuestros proyectos, sueños o empresas salgan adelante

Un buen día mi compañera del departamento de Matemáticas, Ana Cernea, me regaló un libro porque según ella, aunque suelo ser muy positivo, me veía un tanto crispado por razones departamentales que no son objeto de detalle. Desde entonces se ha convertido en un texto de lectura recurrente como fiebres de malaria. El libro es "El arte de lo posible" de Benjamin y Rosamund Zander. En un principio sonreí y le dije a Ana: "muchas gracias, no necesito libros de autoayuda". Ella me respondió: "no lo es". Obviamente lo acepté y Ana me explicó la interesante trayectoria de ambos autores: un director de orquesta y una psicóloga. Eso me tranquilizó porque conocía la relación de Ana con la música. Lo leí de un tirón y comprendí que "El arte de lo posible" intenta mostrar al lector interesado cómo conseguir que cada día nuestros proyectos, sueños o empresas salgan hacia adelante, con empatía, evitando en la medida de lo posible conflictos innecesarios, y que reconociendo la importancia, grandeza y necesidad de los demás sólo se agranda la capacidad de liderazgo. Comprendí que en ciertas sociedades como la estadounidense la implementación de dicha filosofía puede ser más sencilla, y que en cualquier caso deberíamos mirarnos a ese espejo y entender que es mucho más importante intentar desarrollar lo que llevamos dentro que malgastar nuestras fuerzas en impedir que otros hagan lo propio. Al fin y al cabo lo más importante es ver que las cosas crecen y que hemos participado en plantar dicha semilla. Bien entendido, esto presupone una hipótesis de riqueza, es decir, que cada cual tiene algo en lo que invertir. Es también evidente que existen sociedades como la japonesa en la que el éxito (y por lo tanto el fracaso) es siempre una historia colectiva, compartida, y las ideas se perfilan paulatinamente con la contribución de todos, con lo cual se minimizan las posibilidades de fracaso. Es por supuesto la japonesa una sociedad muy diferente a la nuestra. Prefiero no obstante la idiosincrasia del lejano Oeste, la manera de ser californiana, en la que los que lo intentan son como poco héroes, y genios los que no fracasan, consiguiendo llegar desde el alfa hasta el omega. Quizás necesitemos revisar y actualizar algunos conceptos.

Volviendo a "El arte de lo posible", sé que más de uno pensará que las historias que se cuentan en este libro son hollywoodienses. No pueden estar más profundamente equivocados. El año en que llegué con mi familia a California (2008), la crisis económica hizo que se perdieran muchos puestos de trabajo, y que hubiese recortes y despidos en cadena. Pese a los problemas y a las grandes dificultades, en ningún momento vi mensajes negativos o de recreación de la miseria. Es más, había grandes carteles en las autopistas diciendo que en la penúltima crisis Bill Gates creó la semilla de lo que más tarde sería Microsoft. Me acuerdo que el colegio público de uno de mis hijos se propuso prescindir de los profesores de francés. Pues bien, los padres se organizaron y mediante donaciones, rifas y eventos gastronómicos se consiguió mantener a los profesores hasta que amainase la crisis. Me decía un padre noruego que esto en Europa sería ilegal. La moraleja es el famoso empoderamiento ciudadano.

La sociedad estadounidense tiene muchos defectos pero también muchas virtudes de las cuales deberíamos aprender. Me decía un buen amigo que si se quiere tener buenos huevos hay que cuidar a las gallinas, porque son las gallinas las que ponen los huevos. "El arte de lo posible" consiste en pensar que todos somos gallinas y que por lo tanto todos podemos poner huevos, y que al final con los huevos de los unos y los otros podemos hacer una buena tortilla. ¡En eso sí que somos especialistas! Me gusta de vez en cuando ver "En busca del soldado Ryan", no por la recreación realista de la invasión de Normandía, sino porque ilustra perfectamente cómo debe funcionar un equipo. ¿Quién no recuerda esta frase: "T. J., al tejado" que pronunciaba Steve Forrest en los hombres de Harrelson? Lo que me maravillaba de pequeño, y aún más de mayor, es que T. J. efectivamente siempre estaba en el tejado cuando era necesario.

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