Dentro de la izquierda, un uso tan arriesgado de la bandera de España sólo lo afrontó Santiago Carrillo en 1977 (aquellos eran otros riesgos, claro), cuando, tras ser legalizado el PCE, colocó la bandera junto a la mesa del comité central. El que ahora ha asumido Pedro Sánchez es el de abrir con ella la carrera de las generales, apostando por que versarán sobre todo acerca de eso, de la bandera, de la unidad de España, de su modelo territorial. Puesto que esa campaña está embarazada de las plebiscitarias del 27-S en Catalunya, puesto que los dos comicios pueden coincidir y puesto, en fin, que el adversario de referencia, aunque el PSOE señale al PP, en el fondo es Podemos, cuya postura ante el soberanismo catalán es ambigua, es lógico pensar que esa zambullida en la idea nacional sea calculada, aunque su éxito dependerá de que en la piscina del soberanismo español haya agua bastante.
