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Cómo salvar las pensiones

El gobernador del Banco de España augura un recorte de las prestaciones

La prestación por jubilación se reducirá, y hay que decirlo", afirmó Luis María Linde, gobernador del Banco de España. ¿Seguro? Hablemos de ello.

La Seguridad Social es una repartidora. Entran cotizaciones y salen pensiones. Si hay menos gente cotizando y más gente cobrando, toca a menos por pensionista. Las personas cada vez vivimos más años (más gente cobrando), pero empezamos a trabajar más tarde y cuesta más encontrar trabajo (menos gente cotizando). Por lo tanto, parece que Luis María Linde tiene razón.

Excepto si cambiamos esta realidad.

Una forma de cambiar esta realidad puede ser retrasar la edad media de jubilación al mismo ritmo al que crece la esperanza de vida. El argumento es fácil: jubilarse a los 65 cuando la esperanza de vida era de 70 años no es lo mismo que ahora, cuando ronda los 85 años. Retrasar la jubilación es la respuesta elemental de los gobiernos que no saben cómo llegar a la otra salida.

La otra salida es que haya mucha más gente trabajando, y esto se consigue si se juntan dos condiciones: que el país tenga más jóvenes y que el máximo de gente trabaje a plena jornada durante toda su vida laboral.

Para conseguir más jóvenes hay dos vías: o la población autóctona tiene más hijos, o los jóvenes llegan de fuera. Es decir: inmigrantes. Así de claro.

Pero el tuétano de la cuestión es que el máximo número posible de personas en edad de trabajar estén realmente trabajando, en empleos realmente productivos que permitan pagar buenas cotizaciones y buenos impuestos a partir de sueldos decentes.

Sólo de esta manera se evitará que las prestaciones públicas por jubilación se reduzcan, como pronostica Linde. Si las condiciones mencionadas se cumplen, las jubilaciones están aseguradas, al margen de si se pagan con el presupuesto de la Seguridad Social o con el Presupuesto General del Estado, es decir, si salen de las cotizaciones o de los impuestos directos e indirectos.

A lo largo de la historia, cuando las familias no se dispersaban, la fortuna era tener muchos hijos y la desgracia era no tenerlos. ¿Por qué? Porque tener hijos implicaba la esperanza de que te mantuvieran y cuidaran cuando ya no pudieras trabajar. Y no tenerlos quería decir que tal vez acabarías tu existencia durmiendo al raso y mendigando a la puerta de la iglesia. Cambiando la antigua familia extensa por el moderno Estado del bienestar, el mecanismo es exactamente el mismo, aunque a una escala mucho mayor y con gobiernos de por medio.

Por lo tanto, y de cara a las próximas elecciones: que los candidatos nos digan cómo lo van a hacer para que todo el mundo trabaje en tareas productivas decentemente remuneradas. Y si no lo saben, que no se presenten.

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