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Profesor de Matemática Aplicada de la Universidad de Oviedo

"Smart"

Una reflexión acerca de la etimología de la palabra de moda, que quiere decir inteligente pero que también significa elegante

Hace ya algunas semanas, antes de las elecciones, tuvimos la ocasión en la Escuela de Informática de Oviedo de discutir sobre el proyecto del Ayuntamiento de Oviedo en el tema de ciudades inteligentes ("smart cities"). La verdad es que hoy en día el concepto "smart" está de moda: "smart-cities", "smart-hospitals", "smart-phones", "smart-systems", "smart-coches", "smart-todo", o simplemente "smart". Aunque esta iniciativa honra al Ayuntamiento de Oviedo, quisiera hoy reflexionar sobre la etimología de esta palabra. En el actual contexto "smart" es sinónimo de "clever" o inteligente, pero a la vez su significado más común es elegante.

La lengua inglesa nos proporciona en esta ocasión una vez más una lección: no hay inteligencia sin elegancia, es decir, las soluciones y sistemas inteligentes deben ser elegantes, y en consecuencia sencillos. Por lo tanto, como docentes no solo tendríamos que enseñar a los alumnos técnicas de resolución de problemas, sino que además deberíamos educarlos en el concepto de la sencillez y de la elegancia en el razonamiento y en la resolución de problemas, es decir, en el concepto de belleza. Decía el gran poeta que fue José Hierro: "Tarde se aprende lo sencillo" y yo no puedo estar más que de acuerdo. Este concepto es aún mucho más importante hoy en día ante la avalancha de datos que nos rodea. Lo importante no son los datos, sino la información que éstos conllevan. En este sentido un buen tecnólogo que sea capaz de diseñar filtros que atenúen el ruido y entresaquen la información siempre tendrá el futuro asegurado, pues la información es poder y el ruido distracción.

Esto nos lleva a otras dos reflexiones que son incluso más importantes. La primera es que todos estos proyectos de ciudades inteligentes que buscan un uso más efectivo de las infraestructuras y una mayor información y cogobierno con los colectivos ciudadanos solo podrán funcionar adecuadamente si existe claridad y transparencia, es decir, democracia. De lo contrario sólo serán utilizados como sistemas opresivos de control, y serán repudiados por la ciudadanía. Estos sistemas deberían permitir que cualquier ciudadano pueda consultar información que debería ser pública, como por ejemplo los datos de contaminación atmosférica del municipio en el que habitan. Esto hoy en día no es el caso. No hace mucho tiempo quedamos sorprendidos al saber que algunos municipios del centro de Asturias estarán en 2030 entre algunas de las ciudades más contaminadas de Europa. ¿Dónde estaban esos datos? Estos sistemas inteligentes posibilitarán un mayor control de la "re" pública, y abrirán al mismo tiempo la puerta a una mayor cantidad de disputas y litigios, que serán sin duda motores de mejora: "You gotta fight for your rights". También posibilitará el crecimiento de una economía basada en la innovación, y la creación de nuevas oportunidades y nichos de empleo. Finalmente, estos sistemas permitirán optimizar procesos y economizar recursos que podrán ser destinados a otras necesidades de las ciudades y de los municipios. Estos son los tres principales ejes de acción de estas tecnologías: innovación, gestión y democracia en la participación.

Ahora bien, las máquinas son tontas, y los sistemas inteligentes tienen que ser creados por personas inteligentes, que diseñarán los sistemas y sus algoritmos, lo que comúnmente se conoce como partes duras (hardware) y partes blandas (software). Y estos tecnólogos deberán forzosamente tener un conocimiento avanzado de matemáticas y de física, que son dos de los pilares fundamentales del conocimiento científico. Parece por lo tanto, que la decisión en un principio había tomado la Consejería de Educación del Principado de reducir el número de horas de enseñanza de las matemáticas no era una medida adecuada, que al final felizmente no fue llevada a cabo. Si bien hay que añadir que los profesores de matemáticas deberíamos entonar el mea culpa, porque en general no han sido capaces de mostrar la importancia social de las matemáticas, es más, la visión social de las mismas está muy deformada y no se asocia de ningún modo con la tecnología. Por ejemplo, nadie piensa que los creadores de Google hicieron su fortuna a partir de unas técnicas matemáticas que habían sido investigadas un siglo antes. Recuerdo ahora una publicidad de la antigua Cajastur para su club juvenil que ahondaba en esta idea: "porque hay cosas que no te gustan" y mostraba unas fórmulas matemáticas. No sé quién ideó la campaña publicitaria pero la verdad es que se lució. También recuerdo que cuando llegué a la Universidad de Berkeley me explicaba un famoso catedrático que las enseñanzas innecesarias se podrían suprimir, porque si son importantes volverían a resurgir naturalmente. Pues bien, estoy seguro de que si liquidásemos las matemáticas del currículo, algún día aparecerían alumnos que creerían haber inventado el cero y los axiomas de Peano, y en que en cualquier caso las matemáticas siempre son necesarias para contar billetes.

En definitiva, no hay ciudades inteligentes sin personas inteligentes, y el primer principio de la informática asevera: mierda entra, mierda sale. Además, está claro que solo se regala la bazofia. Es por lo tanto evidente que para tener ciudades inteligentes deberíamos cuidar mucho más la educación y dar la importancia social al profesorado que éste se merece.

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