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El referéndum del realismo

Se imponen planteamientos comunitarios más flexibles

La primera gran crisis de la Unión Europea sigue sin resolverse después del referéndum griego, pero ya es un hecho que la mayoría ciudadana rechaza las últimas propuestas de las "instituciones", como ahora llaman a la antigua "troika" para hacer olvidar su abusiva intransigencia. El que la postura del Gobierno haya sido la más votada demuestra la pertinencia de la consulta, pues la dócil aceptación de las condiciones impuestas enfrentaría a Tsipras con el sentir más numeroso de la población y con su propio credo electoral. La superioridad del "no" sobre el "sí" impone desde ahora planteamientos comunitarios más flexibles si quieren evitar que la primera gran crisis desemboque en el primer gran fracaso de la Unión y sus impredecibles secuelas.

El alcance del resultado refrendatario puede llevar al cierre de toda solución, con salida de Grecia del euro y de la Unión (por no hablar de la OTAN), o devolver el sentido común a los negociadores de las "instituciones", moral y políticamente llamados a evitar la quiebra de un miembro con once millones de habitantes, que tan sólo representa poco más del 2 por ciento del PIB comunitario. Nadie pide condonar la deuda ni renunciar a las reformas fiscales y sociales que concilien la legislación del país en el marco unitario, sino reestructurar la primera -como ya postula el FMI por presión de EE UU-, acceder a un tercer rescate y escalonar los cambios con realismo, sin excluir las quitas otorgadas a otras deudas ni pretender que menos de un año de poder reconduzca en plazos imposibles el estrago y las falacias de varias legislaturas precedentes.

La Europa neoliberal ha intentado doblar el codo a un Gobierno de izquierda que le ha plantado cara. Los griegos no lo consienten, y con esto hay que contar. Habría que ver los resultados de la democracia directa en países que, como el nuestro, han sufrido y sufren la aniquilación de su Estado del bienestar, cuyos dirigentes no han tenido la valentía de refrendar sus actos tras incumplir masivamente las promesas electorales. La intolerancia frente a Grecia, que no quiere salir del euro ni de la UE, ha sido al menos tan política como económica. Si el fracaso se consuma, también será político además de muy lesivo para la economía de los países miembros. En el acaloramiento del "no" importarán menos las palabras que los hechos, porque la posible fractura ha tenido y tiene trascendencia planetaria. Todo el mundo observa a las "instituciones" ante su primera gran crisis.

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