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En la zona inconfortable de Europa

Ante el desplazamiento de Luis de Guindos por un solo voto de su aspiración a presidir el Eurogrupo

Desde las elecciones europeas del año pasado abrigaba el Gobierno español la esperanza de colocar en Bruselas a Arias Cañete y a Luis de Guindos. El primero accedió entre fuertes polémicas a una de las comisarías del gobierno comunitario (desde la que, por cierto, emite un silencio trapense); y el segundo acaba de ser desplazado por un solo voto de su aspiración a la presidencia del Eurogrupo. Alguien le ha fallado en la votación que ratifica en el cargo a Dijsselbloem. Ciertas conjeturas apuntan a Alemania, cuyo respaldo al candidato español se daba por seguro. Pero el holandés cerró filas con el dúo Merkel-Schauble en la más exigente línea de negociación del tercer rescate griego, y se ganó el apoyo prometido a Guindos. El "peso" de Rajoy en Bruselas parece más liviano de lo que nos cuentan. No es un asunto indiferente. Además de comisarías, España ha desempeñado funciones de rango superior en el organigrama de la UE (Barón, Marín, Almunia, todos socialistas) traducidas en generosas aportaciones de fondos, transferencias y ayudas. El hecho de ser la cuarta economía de Europa y cumplir a rajatabla los "deberes" doctrinarios y prácticos de la austeridad, no ha bastado para ganar a un país de menor dimensión que no necesitó rescates y se integra en el núcleo duro de la gobernanza común. Curiosamente, cuando Merkel justifica las condiciones a Grecia en el hecho de no ser más estrictas que las impuestas a España y Portugal, nos mete en el saco de los "rescatados", pues de eso va el acuerdo con Alexis Tsipras. Sin embargo, seguiremos oyendo hasta el agotamiento el mensaje doméstico de que aquí no hubo rescate.

Aún más penosa resulta la certeza de que el voto griego fue para el holandés, porque estaría expresando la voluntad de alineamiento con el núcleo duro, pese a su severidad, y/o la decepción ante la movediza actitud española, primero implacable y suavizada después, cuando ya no rendía utilidad. Lo primero estaría confirmando una Europa de dos velocidades y la tendencia de alinearse con la más fuerte. Y lo segundo denotaría la desconfianza que provocan las actitudes erráticas. En cualquier caso, España no sale bien parada de la primera gran crisis del ideal europeísta, tantas veces invocado por nuestros gobernantes como dogma de fe. Esto y la creciente crítica de Bruselas a las obras absurdas y las corrupciones descubiertas al rebufo de la inversión comunitaria nos mantiene en la zona inconfortable, digan lo que quieran para consumo interno.

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