No se sabe quién inició la costumbre si los militares asentados en lejanas bases que colocan flechas indicadoras de la distancia que hay entre ellos y sus pueblos o los surferos que escogen para los indicadores de distancias las playas con mejores olas. Mundaka, por poner una cercana a los aficionados asturianos enamorados de las olas z izquierda.
Viene esto a cuento porque entre Gijón y Atenas hay una buena distancia. Geográfica y económica, tal como este periódico informaba en su número de anteayer. Cada gijonés tiene pendientes de pago cuatrocientos cuarenta y cinco euros de la deuda municipal, cantidad que no parece excesiva y que es, por ejemplo, inferior a la que tiene cada vecino de Amieva, que llega casi a los mil novecientos euros, o al vecino de Somiedo, que ronda los mil quinientos. La deuda municipal gijonesa alcanza los ciento veintidós millones de euros, que es cantidad que asusta al común de los mortales, pero que no es excesiva para un municipio cuyos bienes llegan casi a los mil millones. Las cuentas de Gijón son, pues, excelentes y de ellas habrá que felicitar a los gobernantes, los actuales y los anteriores.
Gijón y Atenas están muy lejos en el estado de sus cuentas porque las griegas no hay por dónde cogerlas gracias a sus actuales gobernantes y a los anteriores. Puestos a hablar de deudas, habrá que mirar a las administraciones que deben, pero pueden asumir sus deudas sin necesidad de acudir a rescates de los vecinos o a los corralitos que deprimen a los convecinos.
No es noticia conocer el buen estado de las arcas municipales gijonesas, pero es satisfactorio ver que las deudas se reducen sin que se caigan los edificios municipales y sin que dejen de funcionar los servicios públicos. Las cuentas, claras, y el chocolate, espeso. Y que no vengan echando la culpa al empedrado algunos deudores.
