La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Profesor de matemática aplicada de la Universidad

Las reglas del juego y el vale todo

El mundo académico estadounidense y su intolerancia a la mentira

Nadie me discutirá que un juego es justo cuando las reglas están claras y se aplican anónimamente sin excepciones. En el caso de la Universidad esto afecta por ejemplo a los alumnos en los exámenes. Desde que se inició el Campus de Excelencia Internacional de la Universidad de Oviedo, mi docencia se desarrolla en la lengua de Shakespeare en la Escuela de Ingenieros Informáticos de Oviedo. El hecho de cambiar de lengua en las explicaciones, en mi caso también significa un intento por cambiar de cultura y acercar a los alumnos al mundo anglosajón, y en particular al mundo académico estadounidense, al que admiro. Creo que cuando sea mayor me jubilaré por esos lares. Cada día imparto clase con alguna de mi colección de gorras universitarias: Berkeley, Stanford, Harvard, MIT, etc., porque quiero que mis alumnos sueñen y se imaginen la posibilidad de pisar algún día esos campus. Sé que algunos ya lo han conseguido, de lo cual me congratulo. También he de reconocer que he recibido algunas críticas de los "peer": "?que en un sitio cerrado se quita la gorra?", "?que la quite, que no llueve?", "?que cómo se me ocurre ir con esas pintas", "?que me van a faltar al respeto (nunca lo hicieron)", etc., etc., etc. También provoca reacciones mi sombrero de judío sefardita.

"¡Cela m'est égal!", y cada año, cuando el curso comienza, firmo con los alumnos un contrato. Les pido que firmen un "non-cheating agreement", en el cual se comprometen a no copiar en los exámenes, y a que los trabajos que presenten ("homework") sean personales, estén bien o mal. Siempre me acuerdo del gran Gumersindo Vieira, profesor de filosofía en el Instituto Alfonso II, que corrigiendo un examen test se dio cuenta de que toda la clase había copiado, y que sólo una persona (yo) tenía una mala nota, porque me había equivocado en el orden de las respuestas, con lo cual no era mejor que los demás. Gumersindo me dio una segunda oportunidad para defenderme y explicar por qué había elegido esas respuestas (en un principio aleatorias). Creo recordar que fui yo quien al final sacó la mejor nota. Se aprende mucho cuando uno debe defender razonadamente su punto de vista.

Pues bien, todos los años mis alumnos (esta vez en la universidad) se quedan sorprendidos de mi propuesta, y abren los ojos como platos. Estoy seguro de que alguno de ellos en un principio piensa: "Este profesor es un ingenuo. Que yo firme esto, no implica que lo vaya a cumplir". Les explico que si piensan así no han comprendido nada y que ante todo se están traicionando a sí mismos, infravalorando su valía y sus posibilidades. Les explico que las sociedades más libres son aquellas donde no se precisa vigilancia; y que la confianza es como fino vidrio de Bohemia, que una vez roto, es imposible pegarlo, hay que tirarlo a la basura. Les explico que en Estados Unidos (al menos en Albany-California) este tipo de acuerdos son normales desde casi el "Elementary School", que en "Middle School" son norma de obligado cumplimiento, y en "High School", ley. Finalmente les digo que ellos ya tienen edad para descubrir la libertad que otorga la palabra compromiso. Les pregunto cuántos han salido de Colloto y por ejemplo han tenido la suerte de viajar a USA. Observo que todos los años alguno ha tenido esa suerte, y que sin embargo la mayoría conocen París, más precisamente, Euro-Disney. En fin, les explico que cuando uno quiere entrar en Estados Unidos y necesita un visado de tipo J1, por ejemplo para trabajar en una universidad americana, tiene que pasar por el ESTA (Electronic System for Travel Authorization), en el cual se pregunta por ejemplo si uno tiene enfermedades contagiosas como sífilis o gonorrea, o si ha participado o va a participar en actividades terroristas, de espionaje, sabotaje o genocidio. Se ríen, e incluso alguno se desternilla. Veo que les encanta cómo empieza la clase de Álgebra Lineal, y que piensan que este principio promete. Más tarde les haré descubrir las no linealidades. Obviamente les explico que ningún malhechor va a declarar previamente sus fechorías, pero eso es secundario. Lo verdaderamente importante es que si van a violar las reglas, existe una prueba de que han mentido. Pese a que a alguno le cueste comprenderlo, la sociedad americana tolera peor que otras la mentira, porque como ya expliqué en otro de mis artículos, la mentira es obviamente más probable que la verdad pues beneficia a aquel que la utiliza. Por eso el progreso no es nada más que atender al bien general y no tiene ideología.

Se mofan en ocasiones los europeos (con una cierta superioridad intelectual injustificada) de la ingenuidad de nuestros parientes y socios americanos. Como alguno de mis alumnos (los que se reían), tampoco han comprendido nada. Cuando en USA la opinión pública pidió a Clinton que dimitiese (el famoso "impeachment"), la causa no fue su lasciva relación con la labio-carnosa Miss Mónica Levinsky, y el famoso "blow-job" y los puros de la Habana. Eso a la mayoría de los estadounidenses se la traía al pairo. El problema fue que Clinton mintió, hizo perjurio y obstruyó a la justicia, y esos son delitos muy graves cuando se pretende ser presidente de un gran país, como son los Estados Unidos de América. Desde 1797 el "impeachment" en EE UU se ha aplicado a senadores, jueces, ministros de defensa e incluso presidentes, por razones varias como embriaguez, abuso de poder, corrupción, sesgo político, conspiración, evasión de impuestos, perjurio, acoso sexual, obstrucción a la justicia, fraude, etc. A ninguno de estos presuntos implicados les sirvió para nada el aforamiento, pues habían roto el vidrio de Bohemia que les unía a la ciudadanía. Miro a la clase y los veo un poco deprimidos. La mayoría ya han firmado el "non-cheating agreement", me lo devuelven y sonríen, esta vez con complicidad. Yo me quito la gorra y les devuelvo la sonrisa. Sin embargo, los observo meditativos. Creo que esta vez piensan en el país en el que viven en el que se afora incluso a las hormigas. También quizás piensan en Pinocho, y en quienes nos dirigen y han dirigido nuestros destinos. Yo sin embargo me rasco la nariz y estoy feliz, pues he conseguido asentar unas reglas de juego justas: las mías.

Compartir el artículo

stats