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Xuan Xosé Sánchez Vicente

Ni ellos creen en él

La ampliación de El Musel y el problema de las nubes de carbón

Quienes nos opusimos desde el principio a la ampliación de El Musel (casi en solitario, entonces) lo hicimos por dos motivos: porque sabíamos que los costos de la ampliación (aun sin sobrecostes) iban a dificultar más la explotación de un puerto vacío y mal gestionado y por el daño medioambiental a la playa. Negábamos, además, las premisas de la ampliación, la principal, que vendrían de allende los mares barquísimos de carbón, con toneladísimas que descargarían a la vista de la Campa Torres para después ser reexportadas (para temblar, a la vista de lo que sucede).

Pero la verdad, no nos esperábamos que sumaríamos el despilfarro de una regasificadora inútil y el daño de la lluvia, no de oro, como la de sobre Dánae, sino de tiznante carbón, sobre vestidos, cuerpos, casa y pulmones de Xixón.

Parte del ciescu ha llegado al centro y a la zona este, pero ha afectado singularmente a los vecinos más aledaños. Pienso particularmente en la maldición de los de El Muselín: amenazados de expropiación por el PGO socialista, ahora cae sobre ellos la plaga del llixu carbonil.

Ni la Autoridad Portuaria, ni las empresas concesionarias, ni las administraciones responsables tienen vergüenza alguna. Deberían haberse personado el primer día ante los vecinos, vestidos de saco y cubiertos de ceniza, como Carlos IV ante el castillo de Canosa, para, al menos, pedirles perdón y, sobre todo, garantizar que el desastre ciesquil no volverá a ocurrir. Y si ello no se puede garantizar, la Administración habrá de suspender la actividad de depósito de carbón.

Ahora bien, lo que es evidente es que ni quienes impulsaron su crecimiento a toda costa ni quienes lo dirigen creen en El Musel. Si no, ¿cómo iban a haber permitido que un puerto con tantos problemas -económicos, judiciales, de gestión- se echase encima a toda la opinión pública con este grave problema ambiental?

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