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El voto del bolsillo

La mejora del PP, según la encuesta del CIS

Manchado por toda suerte de corrupciones púnicas y hasta cartaginesas, el partido del Gobierno sale sin embargo impune en el último sondeo oficial, que le pronostica una subida de tres puntos. O muy mal lo está haciendo la oposición, o no queda sino admitir que la gente piensa con el bolsillo a la hora de votar. Incluso podrían suceder las dos cosas a la vez.

Algo habrán influido las primeras experiencias en el gobierno de los partidos que hasta ahora subían como la espuma. La catástrofe de Grecia y el espectáculo de amateurismo que están dando los colegas de Syriza en los grandes ayuntamientos españoles podrían haber echado para atrás a sus electores menos devotos. Pero eso no basta para explicar la crecida del partido de Rajoy. La causa habría que buscarla más bien en la mejora de la economía que este año crece en España a un ritmo del 3%. Casualidad o no, es la misma proporción de subida que el Centro de Investigaciones Sociológicas vaticina al partido gubernamental.

En esto se conoce que el elector tiende a votar con el bolsillo, que es la víscera más sensible del cuerpo humano. Los americanos se llevan la mano al corazón cuando suena su himno nacional. Parece un gesto de respeto, pero en realidad se están palpando la cartera que la mayoría suele llevar en el bolsillo interior de la chaqueta.

La estrecha relación entre el dinero y el voto fue descubierta por James Carville, uno de los asesores de campaña del presidente Bill Clinton. Cada vez que el comité de propaganda del candidato se enredaba en discusiones sobre política exterior, Carville zanjaba la controversia señalando un cartel en el que se leía: "¡Se trata de la economía, estúpidos!". De este expeditivo modo, el consejero advertía a Clinton de que es la pasta lo que de verdad mueve al votante. De hecho, a Clinton no le afectó gran cosa su desmedida afición a las becarias. A la hora de las urnas, el votante echó mano a la cartera y, tras comprobar que sus finanzas iban bien, decidió que el presidente arreglara esas otras cuentas con su señora.

Aquí en España, la oposición confiaba -y confía- algo ingenuamente en que la ristra de Púnicas, Gúrteles, Fabras, Bárcenas, sobresueldos y demás chorizadas que engalanan al PP serían razones de sobra para tumbar al partido conservador. El reciente triunfo del PSOE en la Andalucía de los ERE debiera haberles dado ya alguna pista de que la corrupción no siempre es el factor que más influye en los votantes; pero ni por esas. Erre que erre, insisten en su discurso de regeneración, olvidando los sabios consejos del asesor de Clinton sobre la importancia de la economía.

Puede que la recuperación financiera se base en los contratos-basura, la inseguridad del empleo y otras desdichas laborales; pero aun así el dinero se mueve y tal vez la gente empiece a notarlo.

Otra explicación no hay, en apariencia, a las inesperadas expectativas que las encuestas han abierto al partido que tanto nos ajustó las cuentas en los últimos cuatro años. Será que Carville llevaba razón y el voto del bolsillo empieza a recuperar terreno frente al del cabreo. Poderoso caballero es don dinero.

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