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Clave de sol

En torno al pesimismo

España es el mejor de los mundos posibles

Surgen entre nosotros movimientos emergentes decididos a modificar sustancialmente lo que nos rodea, las instituciones, las costumbres, las metas que se proponen a la colectividad. Se trata de una modalidad de pesimismo: todo está mal, todo es injusto, éste es el peor de los mundos. Es como si nos dijeran que no vale el intento de modificarlo porque lo procedente es dinamitarlo para inventarnos otra cosa con arreglo a las anticuadas recetas que ellos traen en el bolsillo.

Éstas vienen a ser en sustancia ciertas propuestas emocionales de diverso signo, banderas que enarbolan jóvenes doctrinarios sin experiencia, pero osados, locuaces y poseedores por lo general de una asombrosa fluidez verbal, o bien veteranos separadores en busca de protagonismo. Decididos, eso sí, a echar abajo lo establecido para edificar sobre las ruinas novedades problemáticas u objetivos arbitrarios y aún no bien definidos. Sus líderes suelen ser carismáticos, personales, narcisistas y ambiciosos de poder. Cuidado con ellos. Así empezaron los grandes dictadores.

La metáfora más adecuada sería la del tren de los hermanos Marx circulando por las praderas y quemando como combustible propulsor los propios materiales que lo constituyen: "¡Más madera!". Díganme ustedes a mí si no vale el ejemplo para representar la actitud de muchos de los nuevos ayuntamientos y autonomías dispuestos a eliminar imágenes, símbolos de altas instituciones, tradiciones, nombres que son historia, incluso la propia unidad de España?

No se trata de mantener un inmovilismo a ultranza, sino de avanzar apoyándose en lo establecido y consistente, para lo que vale la imagen de la escalera, frente al intento de dividir a los españoles, echarlo todo abajo y volver a empezar. Ganas de eliminar lo que funciona. Testimonios de estos días nos aseguraban que, pese a todos los pesimismos, los intentos de ruptura y cuanto nos aflige, España es aún el mejor de los mundos posibles.

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