Ahora que Gijón ya entonó su particular "pobre de mí" en el epílogo de la Semana Grande agosteña convendría recordar que la vida sigue y que los problemas vuelven, sobre todo aquéllos de más complicada resolución. Resulta escalofriante la estadística dada a conocer por este periódico que certifica que casi la mitad de los parados asturianos lleva ya dos años sin trabajar. Y, por tanto, la mayoría de ellos sin recibir prestaciones. Deberíamos pensar qué podemos hacer cada uno de nosotros, desde nuestro puesto, por poner un grano de arena en la playa desierta de la falta de solidaridad con los más necesitados. Para la codicia, lo mucho es poco; para la necesidad, sin embargo, lo poco es mucho. Que el estruendo de la pólvora y el jolgorio de verbenas no apaguen, desde hoy mismo, el grito de aquellas familias que ya apenas tienen un trozo de pan prestado que llevarse a la boca.
