Hace 20 años que Photoshop puso al alcance de los particulares el oficio de aquellos retocadores que alargaban las pestañas de las jovencitas casaderas y de las "señoras de" en las fotografías de estudio. También metió en casa el privilegio de los dictadores de manipular la historia a través de la propaganda, haciendo desaparecer aliados que habían dejado de serlo. Hoy miles de exmaridos y exmujeres, exnueras y exyernos desterrados de los retratos de familia, conviviendo en la isla de "Perdidos". No desaparecen por la cirugía tajante de la tijera sino por la reparadora del programa informático.
Photoshop empezó llevando a la irrealidad las caras de las actrices en las revistas femeninas y ha acabado haciendo que cualquiera tenga cara de actriz irreal, incluidos los varones tenistas. Al borrar arrugas y suavizar rasgos dio a modelos treintañeras pieles de bebé. Esas mutaciones se imponen y acaban dándole la vuelta a la realidad. Ahora, cuando nos asomamos a una cuna, nos parece que al bebé le han pasado el Photoshop.
En las revistas, gracias a Photoshop, las modelos tienen cara de bebé y los bebés tienen caras pixeladas. Alguna idiota acabará haciéndole a su niño o a su niña una cirugía de pixelado para que parezca un bebé famoso. En el mundo ya hay varias Barbies y varios Ken de carne y hueso. En Youtube se ve a un brasileño que casi se muere inyectándose alcohol y aceite en los bíceps para convertirse en el Hulk humano. Stan Lee imaginó al increíble Hulk como un monstruo: un científico brillantísimo, Bruce Banner, sufría una contaminación accidental con rayos gamma y se volvía gigante, verde, iracundo y bobo. Hulk se hizo famoso y ahora, los bobos que quieren hacerse famosos y no pueden ser científicos brillantes eligen ser monstruos. Todos los cambios empiezan despacio. Una persona de 40 años con piel de bebé es un monstruo al que nos hemos acostumbrado. Como a Photoshop.
