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Eduardo Lagar

Arte contra la siesta

En defensa de los provocadores

Algunos (pocos) visitantes de la retrospectiva del artista estadounidense Jeff Koons en el Museo Guggenheim de Bilbao se escandalizan con la sala dedicada a la serie "Made in Heaven", donde el autor aparece copulando con todo lujo de detalles, flotando en un paraíso kitsch, con su exmujer, la actriz porno Cicciolina. A mí, en esta exposición que bate récords de visitas, en la que todo el mundo ríe y disfruta con el gran circo del artista vivo más cotizado del planeta, la escultura más irreverente me pareció una talla de madera policromada al más puro estilo de la imaginería religiosa. En ella, a tamaño natural, aparece el cómico del cine mudo Buster Keaton a lomos de un poni como lo hacía en su película "La ley de la hospitalidad". La manufactura de la obra remite inmediatamente a un español al paso de la Borriquilla de Semana Santa. El ojo del espectador bizquea y de repente está viendo a Cristo transfigurado en un comediante con cara de palo. Las dos imágenes, Buster y Cristo, se superponen y parece que igual devoción -¿fanatismo se puede decir?, ¿escandaliza?- despertaría llevar en procesión a un "santu" que a otro. Ésa es una de las funciones del arte: ensanchar los límites de la mirada, cambiarnos el punto de vista, mostrarnos lo que tenemos delante y no vemos.

El arte tiene que despertarnos de la siesta vital, rascarnos la córnea, curarnos del ojo vago. Lo otro son manualidades que se pueden enmarcar. El queso de mujer que concurrió al Certamen Nacional de Arte de Luarca resulta que escandaliza porque la gente ve que la mujer no puede ser tratada como el ganado. Vaya por Dios. ¿Han visto ustedes algún concurso de belleza? ¿Les ha escandalizado? ¿No se han reído a mandíbula batiente cuando les preguntan a las bellas por el caballo blanco de Santiago y responden que negro? ¿Han estado en alguna fiesta este verano donde se elige a una reina de la romería exclusivamente por su belleza? ¿No lo vieron?

La historia del arte contemporáneo es la historia del escándalo, desde el almuerzo campestre de Manet al tiburón de Hirst o a la habitación deshecha de Tracey Emin. Si, como se plantean en el certamen luarqués, queremos que el arte no moleste a nadie, sólo podremos pintar jarrones con flores. Y ni eso. No sea que protesten los alérgicos...

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