Nada menos que nueve millones de turistas extranjeros visitaron España el mes pasado, según informe de ayer, lo que supone seguramente una nueva marca en relación con años anteriores. Será interesante comprobar cuántos de esos visitantes han correspondido a nuestro Principado que, en cualquier caso, parece haberse beneficiado de las últimas bondades climáticas sin los excesos del termómetro de Pajares abajo.
Hay que felicitarse de ello, pero también reconocer que estamos ante unas bondades ocasionales y que, como siempre, el sector constituye una asignatura pendiente en Asturias, que cuenta poco en relación no sólo con el resto de España sino, sobre todo, con Galicia, Cantabria y Vascongadas. El turismo aún no ha alcanzado aquí un nivel suficiente y su valoración por los poderes públicos resulta manifiestamente mejorable, como demuestra su tratamiento en el nuevo organigrama del Gobierno regional.
Según el ya un poco antiguo "libro blanco" del turismo español, los productos turísticos, como las obras de misericordia del antiguo catecismo, son catorce: turismo de sol y playa, cultural, urbano, itinerante, rural, verde, deportivo, náutico, de salud, de montaña, cinegético, de congresos, religioso, de cruceros?
Casi todos, menos el de sol y playa y poco más, valen en nuestro caso y serían de algún modo potenciables por su escasa dependencia del clima y ser de algún modo permanentes. Lo que viene a ser una ventaja antes que un inconveniente. No existe, por otra parte, una auténtica coordinación entre los territorios autonómicos y la Administración central por estar transferidas las competencias en este ámbito. Lo que lleva consigo un esfuerzo suplementario
¿Qué nos falta? Entre otras cosas, unidad de acción frente a los localismos de siempre y verdadero apoyo institucional sin prejuicios ideológicos. De momento, queda felicitarse por un verano turísticamente satisfactorio.
