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Arenales y mareas

Nostalgias a - la orilla de San Lorenzo

De nuevo en el Muro (de las divagaciones, o de San Lorenzo, y pasada la pompa y circunstancia de las fiestas de Begoña), compruebo una vez más que Gijón es -como cabía esperar- la mar de liberal. Tanto que en poco tiempo ha visto cómo a diario se traga el mar su antaño afamada y amplia playa de San Lorenzo, pese a lo cual el personal (la gente, que dice Podemos) sigue acudiendo a ella con fidelidad y, cuando acontece el suceso, la desaparición de la parte sólida del lugar, la arena propiamente dicha, inicia un movimiento de arremoline o todos a una junto al río Piles en una esquina de arena menguante y masa creciente y semoviente.

Pero este curioso fenómeno, digno del Guinness, no se debe a los movimientos telúricos o del mar insistente y voraz, sino a los que causa el famoso dique, que casi va a terminar haciendo verdad el manido cantar de hace años: "Vaya, vaya, que aquí no hay playa".

Es decir, que al fin la tradicional playa gijonesa va a dejar de ser, como se dice ahora, un "arenal", y el famoso Muro se recicla como rompeolas.

Lo cual sí que es un cambio de dimensiones geológicas que habrá que aceptar con resignación cristiana, como hace la gente de Gijón, que no se suele tomar las cosas por la tremenda, como hacemos los de Oviedo, que por tener, ahora hasta tenemos concejales partidarios de Heráclito de Éfeso ("Todo cambia, nada es") que, a base de cambiar ciertas cosas en su pequeño mundo, pretenden cambiar el mundo.

Pero son alharacas. Donde sí está habiendo cambio no es en Oviedo, de Corporación podemista-socialista, sino en Gijón con la Alcaldesa Moriyón. Así que desde el Muro veo, por ejemplo, cómo la marea (no La Marea) va arrinconando a miles de bañistas junto al Piles, igual que orantes en el río Ganges, y mientras divago en plan vago me llega un wasap de mi pequeña gran fisio Silvia tumbada en la playa de ¡El Arenal! de Palma de Mallorca, tan soleado y azul, lo que me recuerda que allí una vez, hace tanto, en un sueño de una noche de verano (¡ah, siempre las italianas?!), una lágrima cayó en la arena y la diosa Thalassa se la llevó. Con lo cual, en este punto mejor tiro de rompeolas, de Muro de contención o lo que sea porque, si sigo por ahí, me pilla la marea nostálgica y acabo como el arenal de San Lorenzo: tocado, hundido, glup.

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