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Confusiones mentales: intervenciones estúpidas

Ana Taboada con los Premios y Ángela Vallina con las banderas, dos ejemplos de republicanismo mal entendido

Esta semana, los españoles en general y los asturianos y ovetenses en particular hemos asistido atónitos a dos actuaciones dantescas de dos representantes políticas. Por un lado, la vicealcaldesa de Oviedo, Ana Taboada, y, por otro, la eurodiputada asturiana de Izquierda Unida Ángela Vallina. Entre las dos han hecho que, por momentos, nos sintiéramos como marionetas en manos de unas nefastas titiriteras de la política.

Vamos a comenzar por la vicealcaldesa. En declaraciones a LA NUEVA ESPAÑA dijo que "los Premios 'Princesa de Asturias' son eventos de otra época, están pasados de moda y en Oviedo hay otras prioridades". No sé como calificar estas declaraciones, quizá lamentables y tristes, pues son los adjetivos más suaves que me vienen a la mente; los otros que se me ocurren atentarían gravemente contra la persona que las hizo, y tampoco es cuestión de comenzar un proceso penal, donde esta señora parece que es especialista.

Desde que en aquel recordado 24 de septiembre de 1980 se constituyera la Fundación Príncipe de Asturias hasta nuestros días han pasado ya treinta y cinco años. Junto a los de este octubre, se habrán entregado más de 280 premios a personas ilustres de todo el mundo. Por otro lado, habrán participado como jurados mas de cinco mil personas relevantes en cada uno de sus respectivos ámbitos. Si a éstas les sumamos las más de 500 que vienen todos los años de fuera de Asturias a presenciar la gala de los Premios, llegaremos a la conclusión de que estos galardones han hecho que durante estos años más de 20.000 personas hayan recalado en nuestro querido Principado. Y, como ustedes se pueden imaginar, eran y son lo más "granado" de España.

Me pregunto muchas veces cómo puede haber personas tan aldeanas y tan cerriles. No sé por qué, pero cuando pienso en ello siempre me viene a la memoria la ya triste famosa consejera del Principado de Asturias del Gobierno de Areces que, a raíz de las subvenciones a las compañías aéreas, dijo aquello de "tengo miedo de que si los asturianos empiezan a viajar a Londres dejen de ir a Taramundi". Sin comentarios. ¿Se imaginan ustedes cuánto costaría atraer a las 20.000 personas más importantes de España a visitar nuestro Principado? ¿Se suponen ustedes cuánto costaría que visitaran Asturias 280 de los personajes más influyentes y conocidos del panorama mundial? Solo tienen que preguntarles a los dirigentes del Niemeyer cuánto les costó que visitaran Avilés dos de ellos: Brad Pitt y Woody Allen; se quedarían asombrados, mis queridos lectores, del montante.

He comprobado a lo largo de esta semana que Oviedo está volcada con sus Premios. La indignación de los ovetenses hacia doña Ana es absoluta. El problema radica en su confusión mental. Su republicanismo no debiera estar reñido con algo que es el acontecimiento más importante en la ciudad que, en teoría, representa. Esta semana alguien me comentó en Oviedo que Mafalda, tan unida a Oviedo a través de los Premios, estaba triste después de leer estas declaraciones. En ese momento recordé una de sus frases: "Los locos, a veces se curan; los imbéciles, nunca". Alguien con un poco de dignidad dimitiría. Como no lo va a hacer, que por lo menos reconozca su error y pida perdón. Sí, es cierto lo que están ustedes pensando, para eso también se necesita un poco de dignidad.

Pasemos ahora a la eurodiputada. Si como ovetense y asturiano, doña Ana me dio una mala semana, no les quiero contar como español y europeo la que me ofreció doña Ángela en el Parlamento Europeo. Verla reír a carcajadas, apoyada en la bandera tricolor de la 2ª República y en una independentista gallega, mientras el Jefe del Estado español entraba en el Hemiciclo, me produjo tal irritación, rabia y asco que por un momento pensé que no era verdad lo que estaba viendo.

No quiero recordarle a doña Ángela el artículo 1 de nuestra Constitución. Tampoco el artículo 4 punto 1 de la misma. Ni la Ley 33/1981; que estudie, que se forme y se prepare, quizás así no hará que nos sintamos tan avergonzados con sus actuaciones. Pero sí quiero recordarle, porque tampoco lo sabrá, que el comité central del partido, a través del cual vive de todos los españoles, es decir, el Partido Comunista, en 1977 tomó el acuerdo por 169 votos a favor, 11 abstenciones y ningún voto en contra de colocar la bandera bicolor roja y gualda en todos sus actos.

La actuación de esta señora es otro claro ejemplo de republicanismo mal entendido. Su forma de pensar en cuanto al modelo de Estado no debiera llevarla a perder el respeto al Jefe del Estado, a España y a los españoles. El problema de doña Ángela es que piensa, al igual que doña Ana, que las instituciones son para representarse a sí mismas y a sus ideas, en vez de a los ciudadanos.

Es verdad que la Constitución de 1978 se aprobó como una Carta Otorgada. Incluso, y en mi opinión, se debieran haber votado por separado la disyuntiva Monarquía/República y Autonomías y Nacionalidades. Pero lo que es indiscutible es que esa Constitución fue aprobada de manera abrumadora y en libertad por los españoles. Y lo fue porque nuestros abuelos, nuestros padres y nosotros mismos fuimos capaces de traer a España la democracia, superando el odio incubado durante años de guerra y dictaduras. Y lo hicimos a base de perdón y afán de reconciliación. Todo el que quiera cambiar el modelo de Estado y/o la bandera actuales tiene sus cauces. Que se lea el artículo 168 y consiga los dos tercios de las Cámaras. Pero hasta que lo hagan, la obligación de todo representante de los ciudadanos es respetar la Constitución y las leyes vigentes.

Cómo me gustaría que Ana Taboada y Ángela Vallina representaran esa España de la que habló el Rey; una España leal y responsable, que camina hacia un proyecto europeo de manera unida y orgullosa. Y no esa España que estas dos señoras intentan representar; una España antigua, de odio y de rencor, adonde, por mucho que se lo propongan, nunca debiéramos de permitir que nos lleven.

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