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Lo que hay que oír

Francisco García Pérez

Cultura soldado raso

El revuelo que levantó una concursante de "Gran Hermano" al decir que la capital de Asturias es Almería

Los de mi generación recordarán los chistes del humorista Eugenio. En uno de ellos ("¿Saben aquell que diu?"), narra el encuentro entre los dos únicos pasajeros, ruso y español, del mismo compartimento del transiberiano. El primero inicia conversación preguntándole al hispano si habla idiomas. No los habla: confiesa que es español. Su compañero, entonces, se lanza a cantar las grandezas de España, la idiosincracia de sus regiones, la cultura nacional, todo con profusión de nombres, citas, cultura general. Cuando conoce que su interlocutor es de Jerez de la Frontera, lo mismo: el ruso se deshace en elogios y datos sobre la ciudad gaditana, sus caballos, sus vinos. Pero al saber la nacionalidad del otro, el español solo logra balbucir: "Cosa curiosa, Rusia; mucho ruso en Rusia; es muy buena la ensaladilla rusa; emocionante la montaña rusa; muy bueno Demis 'Ruso'". Y cuando sabe que procede de la estepa remata su ignorancia: "Muy buenos los polvorones de Estepa".

Los de la generación anterior contaban otro chiste que apuntaba al mismo objetivo. El inspector de educación visita una escuela para comprobar el nivel alumnal. "¿Quién escribió el Quijote?", pregunta al más listo del grupo. "¡Yo no fui, se lo juro, señor inspector!", clama el chaval, aterrorizado. El maestro le susurra al oído: "Créalo, señor inspector; es un muchacho de muy buena familia y muy piadoso; si él dice que no fue, tenga por seguro que no fue él quien escribió el Quijote". Compungido por el nivel de la enseñanza en aquel lugar, el representante ministerial toma el autobús y suspira para sí: "¡Ay, Lope de Vega: qué olvidado te tienen!"

Ahora, por favor, créanme ustedes: la gracia de ambos chistes tuve que explicarla más de una vez. "Ah, claro, así que en Estepa hacen polvorones muy buenos, no lo sabía", me contestaban en un caso. "Ah, claro, el Quijote no era de Lope de Vega, era de ese otro? no me viene el nombre". No muchas, insisto, pero más de una vez. De ahí que no entienda el regocijado revuelo que levantó Ivy, una de las concursantes de "Gran Hermano", al contestar que la capital de Asturias es: "No tengo ni idea. Almería, yo qué sé".

Ivy cuenta 22 años, dice estudiar Administración y Dirección de Empresas, y sus logros y aspiraciones culturales ya los denota el hecho de que se preste a participar en esa cosa que es "Gran Hermano". Punto. Lo que más me gusta de ella es la sinceridad rotunda del "yo qué sé". Yo qué sé, a mí que me importa, anda ya, venga, pasa de mí, qué pregunta, ¿te crees superior por saberlo, cultureta de las narices?, ¿de qué vas tú?, de culto por la vida, etcétera, etcétera. Ivy carece de lo que se llamaba "cultura general" y le importa un pimiento, por eso está en "Gran Hermano" y estará en los platós que se tercien mientras el personal siga viendo lo que esos sumideros emanan. Porque si la cultura general ha importado un rábano casi siempre (véanse los chistes antedichos), ahora se ha impuesto la falta absoluta de vergüenza, el regodeo en la ignorancia propia, el desprecio al saber, el "yo qué sé" orgulloso. Y la gente se troncha con Ivy, porque la gente que se troncha sabe de carrerilla, ¿verdad?, cuántas provincias comprende la Comunidad Autónoma de Canarias, por ejemplo; no duda en cuáles sean las capitales extremeña o manchega; distingue un Velázquez de un Murillo al primer golpe de vista; abarrota las librerías y las bibliotecas y los museos y las salas de conciertos y las reuniones de padres y madres de alumnos y trata con respeto a quienes dan clase y, sobre todo, es un pueblo español, español, español. La cultura general, con rarísimas excepciones ahogadas a golpe de dictaduras, ha sido y es en España no una cultura general: es una cultura soldado raso, y vamos que chutamos. Es lo que hay.

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