Ferran Adrià, tantas veces mejor chef del mundo, alberga una Thermomix en la cabeza. Lo escuchas hablar, como ayer por la mañana en Gijón en la carpa instalada en el Náutico y horas después en el Jovellanos, y reconoces en su actividad cerebral una batidora en permanente estado de ebullición que genera iniciativas a cinco velocidades. Donde otros almacenamos serrín, Adrià construye y deconstruye un laboratorio de ideas. A veces las manifiesta de manera tan atropellada que apenas le da tiempo a expresar con palabras lo que le dicta la inteligencia. Piensa más deprisa que habla el tipo que creó un nuevo lenguaje en los fogones, el que transformó con unos toques magistrales la historia de la cocina. Ayer no asistimos en Gijón a la presencia de un destacado cocinero, sino al advenimiento de un gurú: los cocineros van de blanco, los grandes genios visten de negro, como Steve Jobs, Giorgio Armani, Toyo Ito o este catalán al que se le escapan tacos, padre de la Bullipedia.
