La reunión entre socialistas y populares para hablar de los Presupuestos del Principado para el próximo año ha servido para constatar la ruptura total de relaciones entre ambos partidos. No es algo que haya sobrevenido de repente, no, es un distanciamiento paulatino, que tiene su origen en torno a los comicios autonómicos y municipales de mayo, y que se hizo más evidente durante los plenos de constitución de las corporaciones locales y la elección de alcaldes. En concreto, la pérdida del Ayuntamiento de Oviedo tras el pacto a tres bandas Podemos-PSOE-IU fue considerada por el PP como una afrenta. No sólo por la dirección local, sino también por la regional.
Pero que se haya llegado a tal nivel de enconamiento entre los dos partidos más votados en la región hace cinco meses y medio resulta difícil de explicar después de que en los dos últimos años el PP facilitara la gobernabilidad de la autonomía a los socialistas; primero, votando a favor de unos créditos extraordinarios en 2014, y luego, pactando los Presupuestos del Principado del presente ejercicio. Es como si les remordiera la conciencia (a uno de ellos o a los dos), como si quisieran hacer olvidar lo antes posible que hubo un momento en que se pusieron abiertamente de acuerdo, se supone que por el bien de Asturias.
Otro detalle a tener en cuenta es que la crispación ha ido a mayores entre socialistas y populares coincidiendo con la época en la que parece que comenzó a gestarse el pacto entre el PP y el Foro de Cascos (¿el que sustituye al del duernu?) por el que ambos partidos irán coaligados a las elecciones generales de diciembre. ¿Fin definitivo al idilio con el PSOE una vez logrado el objetivo de acabar con el partido casquista? Es una posible interpretación.
Y después del 20-D, ¿qué? ¿Es bueno para Asturias que sus dos principales partidos se encuentren tan alejados? No estaría de más que recapacitaran.
