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Artur, Nicolás y cosas del Gobierno chino

Artur Mas lo pasa fatal, el Gobierno de Pekín permite que los chinos tengan un segundo hijo y el pequeño Nicolás ha fichado por un famoso programa de telecinco. Después de un año repleto de emociones, taza y media. La peculiar cuaresma navideña del presidente Mas es la historia de un fracaso político; quiso sacar buena nota en escenografía, llamar la atención, tener gloria warholiana. Hasta ahí, todo bien. Pero le pasó una cosa: que otros quisieron lo mismo y lo hicieron mejor. El empate dentro de la CUP parecería diseñado para llevar al president a las cumbres de la depresión. Quizá está en ello. Les confieso una falta mía: no estoy leyendo las aventuras de Gullermo Brown, pero se las recomiendo a ustedes (sí, mal hecho no predicar con el ejemplo, cierto; lo remediaré antes de fin de año) Los amigos de Guillermo Brown se llevan muy bien con él por eso: porque son amigos y se llevan muy bien. Con los que no se llevan bien, pues eso. No se llevan bien. Artur Mas no ha leído lo que tiene que leer y ahora le están leyendo la cartilla desde paisajes políticos que él no tiene muy transitados y le desconciertan, por mucho que el hombre se desencorbate hasta lo conmovedor. Es mejor llevarse bien con quien ya te llevas bien, hace falta pactar menos cosas. Por cierto, quien vota por un partido en unas elecciones ¿lo hace para que ese partido gane y gobierne, o ya piensa de antemano y con gran perspectiva en una fragmentación que obligará a entenderse con el vecino o no tan vecino? Ante tanta interpretación del mensaje que ha mandado el pueblo, te preguntas cuanta fragmentación tenían en mente los votantes en el momento de depositar en la urna su papeleta.

La decisión del Gobierno chino tiene -como todo lo chino, por definición- repercusión planetaria. Puede que te enternezcas con alguna petite histoire de las que te ofrece la actualidad (¿las penalidades de Mas también?) pero que los chinos vayan a cambiar su ritmo de crecimiento demográfico es una noticia tan gansa que hacen bien los medios en no subrayarla. Sustos en Navidad, mejor no. Indiferente a eso, el pequeño Nicolás ha incurrido en la temeridad de desafiar una de las leyes más implacables de nuestra sociedad: el olvido rápido. Corría nuestro (¿ex?) héroe el riesgo de sufrir ese destino y lo ha regateado como un crack. Y con clarividencia: no importa el dónde, sino la potencia del foco que te ilumina. Falta que el cada vez menos pequeño Nicolás se nos pronuncie, ya desde el ágora de Gran Hermano VIP, sobre lo que piensa del bipartidismo. Vamos, en fin, piénsenlo. Elecciones nuevas y lo que haga falta. Desde luego, si dices qué país, no suena raro.

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