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Cien líneas

Privados

El mundo cambió para muchísimo mejor, como no ocurría desde la revolución del neolítico, cuando los británicos ricos se hicieron con los campos comunales. Un proceso clave dentro de lo que se llama revolución industrial que no fue solo un avance científico-técnico, como se suele decir, sino especialmente un cambio en la propiedad.

El salto adelante a la vista está. En los últimos dos siglos la humanidad ha producido más riqueza que en los diez mil años anteriores juntos.

Las propiedades colectivas británicas eran escasísimamente productivas. La aristocracia se hizo con esos terrenos y a partir de ahí pudo acudir al crédito masivo y a financiar la industrialización.

Para los bien pensantes sonará a horror y herejía. Pero es así. Como dijo una vez una ministra socialista lo que es público no es de nadie. Con torpeza había puesto en dedo en la llaga.

A lo que iba. Salvando las mil distancias que se quiera, los montes asturianos, que ahora arden para espanto de todos, deben ser privatizados.

Igual que no hay fábricas públicas de coches, ordenadores, relojes, pantalones, chorizos o lo que sea no tiene sentido que existan montes comunales, con baja explotación y mil riesgos.

A fin de cuentas un monte de todos no es de nadie salvo meritorias iniciativas voluntaristas.

En estos tiempos de neo colectivización estas palabras son, insisto, pura blasfemia. Y con los incendios vivos como nunca quizá no sea prudente abrir polémicas. Pero así lo veo y como tal lo digo aunque, sospecho, sea una inútil admonición.

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