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Sol y sombra

Fuera de la realidad

No hay país en el mundo como este para disfrazar los hechos en busca de la oportunidad. Los candidatos de los principales partidos que concurrieron a las elecciones han demostrado que saben hacerlo perfectamente.

Fíjense, sin ir más lejos, en Pablo Iglesias, que con 69 escaños parece como si hubiera ganado las elecciones holgadamente. Iglesias, lo primero que ha hecho es propugnarse a sí mismo como "líder de la España plurinacional", una idea que bulle en su cabeza y le ha permitido sacar rentabilidad del voto gracias a la ley electoral y las alianzas territoriales con otras marcas, que sin tenerlas controladas suman diputados. Sin esa ventaja, Podemos no hubiera aventajado en muchos escaños a Ciudadanos, el otro partido emergente que no ha emergido de la manera que se esperaba.

Pero Iglesias, que advierte a los españoles, sobre lo peligroso que puede resultar para el país un tripartito formado por PP, PSOE y Rivera, no ha tenido inconveniente en plantear un bloque de izquierdas también de tres, con socialistas, Podemos y Unidad Popular, de muchísimo menos apoyo electoral y que ni siquiera reúne la mayoría necesaria para investir a un presidente. Eso, sin embargo, no es arriesgado.

Pedro Sánchez también se ha engañado a sí mismo con el resultado de 20-D. Ha perdido, en medio de una debacle socialista como no se recuerda, y lo primero que se le ocurre es aspirar a presidir el Gobierno cuando no cuenta con los mínimos apoyos. Si se repiten elecciones no será candidato, a no ser que Susana Díaz, cómoda en la Junta de Andalucía, se lo permita.

Mariano Rajoy, ya ven. Ofrece el tripartito como solución, pero en el fondo piensa en otras elecciones que refuercen su papel. Él sigue, como aquel personaje de Joe Rígoli, el cómico que murió va a hacer un año y del que casi nadie se acuerda.

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