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Cien líneas

Súplica

José Manuel García-Margallo, aún ministro de Asuntos Exteriores y de Cooperación, canta La Traviata si se tercia. Es incapaz de mantener el pico cerrado, quizá por aquello que enseñaban los místicos españoles del Siglo de Oro: si cierras la boca, abres la mente. De aquella la contra pedagógica impuso rezar recitando para evitar ideas desnortadas que, para el caso, eran herejías.

Margallo no corre peligro de herejía, ni siquiera de concebir una idea original, por no decir ya brillante. Habla y habla y habla por lo mismo que no callaba Lola Flores. Y suelta lo que no debiera. Ayer mismo dijo que una reforma de la Constitución es "posible y deseable" y añadió que Rajoy está dispuesto a hablar del asunto. Ya lo había afirmado el propio registrador allá por el pasado verano. La nueva entrega, ahora, indica que el PP se ve fuera de juego y quiere reingresar en el corro del poder como sea. Margallo dice lo que oye, de ahí ese permanente bla bla bla, aunque alguno verá en su incontinencia verbal un sutil mensaje. En realidad, el mensaje lo lanza Rajoy comentando esas cosas delante del Ministro en la seguridad de que las va a repetir a la menor.

La reforma de marras, añadió el ponente, sólo puede hacerse con una gran coalición. Vamos, que ya la están tejiendo unos cuantos en torno a Pedro Sánchez y el PP suplica que no le dejen fuera.

Lo último que necesita España es una reforma de la Constitución. Sí hace falta que se cumpla la que tenemos. La reforma que todos pregonan tiene un único sentido: ayudar al secesionismo en curso. Tal es el horizonte. Un horror.

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