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Sol y sombra

Pedro y el Anchoa

Pedro, decíamos anteayer, quiere ser presidente del Gobierno. El camino para conseguirlo es lo de menos. O, por decirlo de otro modo, lo de Mas. Ahora está a punto de iniciar un período de consultas de vértigo, para ver de dónde saca apoyos utilizando como enjuague la "cortesía parlamentaria".

A finales de mes la intención es presentar ante el Comité Federal de su partido un acuerdo de investidura, con algo de aquí y otro poco de allá, y sobre todo la advertencia de que repetir unas elecciones sería lo peor que le puede pasar a los socialistas. Nadie está del todo seguro de ello; al PSOE le pueden pasar cosas mucho peores hasta el punto incluso de dejar de ser el PSOE, pero ante la duda a Pedro le conviene que se piense precisamente lo contrario.

El candidato socialista ha perdido las elecciones y quemado sus naves, pero ha ganado la esperanza de convertirse en "el arquitecto" de la izquierda, como él mismo se ha definido tras comer unas anchoas con el presidente de Cantabria. De momento, Pedro Sánchez lo único que hace es orbitar alrededor de la terrible sospecha de que el zapaterismo ha logrado sobrevivir sin Zapatero, y tiene muchas posibilidades de empeorar lo que el aprendiz de brujo de León logró en ocho años estremecedores por sus resultados para el país.

Sin embargo, inasequible al desaliento, Sánchez ha emprendido su camino sin retorno juntándose para tomar unos chatos de vino con Revilla, el hombre que repite por tercera vez como presidente de su comunidad sin haber ganada jamás unas elecciones. Revilla supo reciclarse desde el Sindicato Vertical franquista y ha perseguido el cielo de la transversalidad ofreciendo campechanería y latas de anchoas. El candidato socialista tiene donde aprender. La referencia, como es natural y por su altura, no va a ser Willy Brandt.

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