Felipe González ha hablado y ha dicho (primer golpe) que en el Congreso salido del 20-D no hay una mayoría progresista y reformista, como creen el PSOE, su partido, y Podemos. Ya le gustaría a él. Dicho lo cual (segundo golpe) añade que sus correligionarios deberían hablar con el PP. Eso, sentencia, es "indiscutible", haya o no haya "margen para acordar cosas".
Pero, sobre todo, F. G. aconseja a PP y PSOE que no se obstaculicen mutuamente en sus operaciones para intentar formar gobierno, si cada uno de ellos, por sí sólo, no se basta para conseguirlo.
¿Cómo podrían articularse entonces alianzas, a un lado y al otro del centro ideológico, si PP y Ciudadanos no suman sin el PSOE, y el PSOE, para que le salgan las cuentas, necesita mirar a su izquierda (Podemos e IU) y a los independentistas?
No con Podemos, desde luego, porque el partido de Pablo Iglesias ha nacido para "liquidar el marco democrático" del 78 y, "de paso, a los socialistas".
El proyecto reformista que F. G. ansía para España debe ser capaz de superar el "inmovilismo" rajoyano tanto como "el liquidacionismo" del partido de los politólogos. Pero al expresidente del Gobierno no le pone nada la triple alianza de PSOE, PP y C's porque nace del "fracaso".
¿Me dejo alguna combinación? Porque el oráculo ha hablado y, como suele ocurrir con los oráculos, sus mensajes son acertijos difíciles de resolver.
Me queda claro que F. G. detesta a Podemos (no es de extrañar: viene a laminar a su partido) y que no le gusta la "gran gran coalición"; pero no desprendo de sus palabras, así, como refulgiendo, idea alguna para alcanzar una venturosa solución.
Él analiza el marco, la situación; concluye que estamos en "una especie de final de ciclo"; que mucha culpa de todo la tiene el goteo de casos de corrupción; pero aparte de repartir estopa a los perdedores (PP y PSOE) y cebarse con Podemos, no veo que haya servido de mucho cortejar a la sibila para que hablara.
