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Médico

La expansión del virus del Zika debe ser controlada

Sobre una enfermedad endémica que afecta a las embarazadas y las medidas para frenar su propagación

Hasta hace poco tiempo, nada se comentaba en España sobre el virus del Zika dado que era responsable de una patología endémica y autolimitada de Sudamérica. Sin embargo, a día de hoy, y a pesar de ser considerada como una enfermedad benigna, el Zika se ha convertido en una amenaza para la salud pública mundial por su poder de expansión y la morbilidad causada en mujeres embarazadas, provocando concretamente la microcefalia fetal.

La primera referencia del virus se remonta al año 1947 en el bosque de Zika (Uganda), registrándose pequeños brotes en el África tropical y en el sudeste asiático; dándose el primer brote severo en la Polinesia (año 2007) con 185 casos (confirmándose 108 por serología), tras lo cual el Zika saltó a la Isla de Pascua (Chile) y luego a Sudamérica.

En diciembre de 2015, la Organización Panamericana de la Salud dio la voz de alarma a raíz de la propagación exponencial del virus en Brasil (desde el año 2010, su tasa de contagio ha aumentado 20 veces) y también en Colombia, siguiendo su expansión por 24 países de Centro-Sudamérica y, a día de hoy, debutando con 31 casos en EE UU.

En consecuencia, la Organización Mundial de la Salud (OMS) calcula que registrará a 4.000.000 de afectados y por ello ha declarado la emergencia sanitaria mundial.

Epidemiológicamente, el vector transmisor del virus es la hembra de un mosquito del género Flavivirus (Aedes Aegypti) que lo adquiere por picadura de la persona enferma, siendo un portador que no padece la enfermedad y que, actualmente, se ha convertido en un mosquito muy extendido por el comercio y el efecto de la globalización (sea la emigración o el tránsito de turistas procedentes de zonas endémicas).

El tema se complica cuando descubrimos que existe otro mosquito del mismo género y familia (Aedes Albopictus), endémico de la costa mediterránea desde hace 10 años y comúnmente conocido como mosquito tigre, que actúa de día en las épocas cálidas y que, potencialmente, también es capaz de transmitir los mismos virus que el Aedes Aegypti. A saber, el virus del dengue, del chikunguña y, ahora, el virus del Zika.

Hasta la fecha se sabe que el virus Zika no se contagia directamente entre personas (salvo un caso puntual en EE UU y la transmisión de las embarazadas al feto) precisando del mosquito para transmitir la carga viral tras picar a una persona enferma durante el plazo que sea contagiosa. Además, si una persona enferma se traslada de la región endémica a la zona mediterránea y es picada nuevamente por un mosquito tigre, la expansión del virus Zika se podría propagar con una espiral exponencial.

Tras un plazo de incubación de siete días, el virus del Zika produce una clínica similar a la del dengue, aunque más leve y con una duración de 4-7 días: síndrome febril (propio de la viremia), erupción cutánea (exantema) de tipo macular y papular que se inicia en la cara y tronco para generalizarse progresivamente, conjuntivitis y dolor muscular y articular asociado a cefaleas (lo cual puede simular un cuadro gripal).

El diagnóstico se puede confirmar mediante la serología específica que detecte a los anticuerpos IGM propios del virus o mediante la prueba del PCR (Polimerase Chain Reaction), a partir del quinto día de la aparición de la fiebre.

En general se trata de una sintomatología benigna salvo por la ya anticipada y grave secuela fetal: la microcefalia del recién nacido (perímetro craneal inferior al normal).

Así, el Gobierno del Brasil calcula que su incidencia será de hasta 1.500.000 casos, con 400.000 mujeres embarazadas a riesgo de infección por el virus, y notifica que en el último trimestre han registrado un total de 3.500-4.000 casos de microcefalia del recién nacido (un 377% superior a la incidencia previa a la epidemia; aunque todavía se debe confirmar la relación causa-efecto), con lesiones neurológicas asociadas y una mayor mortalidad.

En virtud de ello, en Brasil se ha calificado la situación como dramática y, a pesar de haber reaccionado tarde por la cercanía de la época lluviosa (con proliferación máxima del mosquito), su Gobierno va a movilizar a 220.000 militares para erradicar la epidemia e intentar celebrar los Carnavales o los Juegos Olímpicos con seguridad.

En Europa ya se han registrado casos de Zika en varios países por el retorno de viajeros infectados de la zona endémica y España no es una excepción (hasta la fecha, siete casos).

Incluso más, con la llegada del verano y la activación del mosquito tigre mediterráneo, la propagación del virus del Zika en España podría sufrir un "efecto dominó" si llegan a nuestros aeropuertos turistas o emigrantes contagiados activos que no sean aislados por nuestra Sanidad Exterior. A mi juicio, y pendiente de las oportunas disposiciones de la OMS, se debería aislar preventivamente y practicar una serología del Zika a quienes lleguen a España con síndrome febril elevado y síntomas gripales.

Estas medidas pueden parecer demasiado drásticas pero deberíamos tener en cuenta que, hoy día, la estrategia más eficaz para neutralizar el virus es el riguroso control fronterizo puesto que aún no disponemos de la vacuna y su futura administración debería limitarse a zonas endémicas (porque la vacunación global no sería rentable). El tratamiento de la enfermedad solo es sintomático y, salvo la fumigación, las medidas de prevención (sea ropa larga, mosquiteras, repelentes o eliminar agua encharcada) son de limitada eficacia.

Mención aparte merece la terapia génica sobre el mosquito transmisor, de la cual Brasil tiene una experiencia preliminar. Se trata de producir masivamente (en el laboratorio) al mosquito Aedes Aegypti macho genéticamente modificado (GM) como dependiente de la tetraciclina y desplazar a los machos silvestres (o naturales) en la fecundación de las hembras, de forma que las larvas resultantes no lleguen a ser adultas. Así, un estudio del Estado de Bahía (Brasil) durante el período 2010-2011 obtuvo una reducción del 95% en la población adulta del mosquito y del 82% en sus larvas.

Sin embargo, esa línea de actuación es rechazada por los defensores del medio ambiente porque no tiene en cuenta las consecuencias (aún desconocidas) de inundar ciertas zonas con unos 25 millones de mosquitos G. M. "terapéuticos". ¿Se trata de ciencia ficción?

En definitiva, aun cuando no implique la gravedad del ébola, la amenaza del virus del Zika debería ser controlada de entrada para evitar que se convierta en un problema sanitario nacional. Sobre todo si se potencia por el mosquito tigre todavía sin erradicar. Dado que el tratamiento sólo es sintomático, que aún no existe la vacuna y que las medidas físicas de prevención son poco eficaces, se impone evitar viajar a zonas endémicas (sobre todo las gestantes) y un riguroso control fronterizo para aislar los presuntos casos infectados.

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