La pretensión de vivir en el medio rural requiere hoy, para enamorados de este medio y especialmente para los jóvenes, la disponibilidad de una vivienda normal e independiente. Una vivienda que ha de albergar un hogar de núcleo simple, formado normalmente por una pareja y sus hijos, es decir, una familia rural que tiene pocos rasgos distintivos con respecto a la familia urbana.

Ya no hay en el medio rural familias amplias, con varias generaciones. Todo ha cambiado en los últimos años a velocidad de vértigo y, casi todo ha evolucionado positivamente, aunque no así las posibilidades de conseguir una vivienda.

He entrevistado a jóvenes de Somiedo, con motivo de mi tesis doctoral y, pude comprobar que mencionan la vivienda como el problema más importante para poder establecerse en estos pueblos de alta montaña. Es el primero de los veinte factores que influyen en sus decisiones de quedarse o abandonar el pueblo. Otro día hablaremos de otros temas importantes, como la estabulación del ganado o, un asunto más polémico, los daños producidos por la fauna salvaje.

Las opciones que tienen los jóvenes para vivir independientes son bien conocidas: utilizar alguna edificación de la familia, alquilarla o construir nueva vivienda.

Reformar o alquilar no es fácil. Las viviendas están ocupadas, al menos durante los fines de semana, o están sujetas a cuestiones hereditarias o a la desconfianza de los propietarios sobre el uso o conservación.

Construir vivienda es casi imposible. Las administraciones han elaborado leyes con la pretensión de controlar el uso del suelo que, sin detenernos ahora en si han sido o no idóneas, han reducido en exceso las posibilidades de edificación. Sólo permiten construir en el entorno de las actuales viviendas y, por tanto, es muy difícil conseguir los metros cuadrados exigidos y a un precio razonable.

Tengamos en cuenta que son muy pocos jóvenes los que buscan una parcela urbanizable, demasiado pocos y, si aceptamos que la falta de vivienda es uno de los factores que inciden en el despoblamiento rural, la normativa no debería continuar con los criterios actuales. Es urgente modificar algún artículo de la ley del suelo porque tampoco se puede esperar al alumbramiento de otra nueva ley. Los jóvenes se van marchando y otros posibles nuevos vecinos, que podrían estar interesados en una parcela para construir una vivienda, tampoco vendrán al medio rural.

Las administraciones deberían facilitar la construcción de vivienda y cuadra en fincas más alejadas del cogollo de las actuales viviendas, parcelas que serían más asequibles económicamente y más cómodas para la gestión de la ganadería, sin olvidar que es necesario respetar el peculiar sistema de poblamiento de cada zona.

La diferente catalogación entre fincas urbanas y rústicas, en municipios amenazados por el despoblamiento, no tiene sentido. Obviamente la administración tiene que recaudar sus impuestos, pero también puede recaudarlos de forma más equilibrada entre todas las fincas.

Si a estas soluciones sumamos otras, que deberían tomar las familias, estaríamos colaborando a evitar el despoblamiento. Las familias saben que los tiempos han cambiado y que los asuntos hereditarios tienen que solucionarse antes de que sus hijos cumplan los 50 años.

Los jóvenes ganaderos de Somiedo no plantean una solución definitiva sobre la herencia familiar, no se trata de forzar una solución que los padres tal vez no vean como necesaria, sino soluciones parciales para que sus hijos puedan tener un solar, una edificación o alguna medida que clarifique la situación de los hijos que desean continuar con la ganadería.

Todas estas dificultades que se plantean inducen a la búsqueda de soluciones que, a veces, proponen algunos urbanitas desconocedores del medio rural y de la gestión de la ganadería. La más llamativa es, nada más y nada menos, que los jóvenes vivan en una población más urbana, como puede ser la cabecera del municipio. Desconocen, estos moradores de lo urbano, los aspectos socioeconómicos relacionados con la vivienda rural y las actividades que se realizan habitualmente en ella.

La ganadería tiene que estar estabulada lo más cerca posible de la vivienda porque las vacas paren cuando llega la hora y en los días intempestivos del invierno no es fácil desplazarse 8 ó 10 kms. ¿Quién se desplaza? ¿Toda la familia o sólo los progenitores? ¿Con quién se quedan los descendientes en esa supuesta vivienda urbana? ¿Cuántos desplazamientos tendrían que hacer en el día? Observaríamos, en este supuesto, pueblos desiertos, con el ganado estabulado o deambulando por los caminos y tomando las fincas como pasto en abertal; pero sobre todo, a los ganaderos transitando carreteras.