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Fernando Granda

Médicos sin Fronteras, el enemigo público

Cinco hospitales o centros sanitarios de campaña de la no gubernamental pero si humanitaria Médicos sin Fronteras (MSF) fueron bombardeados en seis semanas desde comienzos de año. Casi una veintena de su personal voluntario ha sido asesinado con las bombas lanzadas por cualquiera de los bandos contendientes -cada uno culpa a los otros- en algún punto conflictivo del Próximo Oriente, Siria principalmente. Facultativos y ayudantes que se sacrifican generosamente para asistir a las víctimas de la barbarie bélica que desgarra la zona parecen ser más peligrosos que los fanáticos yihadistas. Como si fueran el enemigo público.

"Los ataques intencionados y directos contra instalaciones médicas o lugares ocupados por enfermos y heridos? contra unidades de la Cruz Roja y la Media Luna Roja, son crímenes de guerra en un conflicto armado", manifestó un portavoz de la Oficina de Derechos Humanos de la ONU tras el bombardeo sufrido por un hospital de MSF el lunes, 15, en Maarat Al-Numan. Asimismo recordó que ese ataque deliberado constituye una grave violación al derecho humanitario internacional. Y es que en la provincia siria de Idlib fueron atacados con misiles dos centros médicos, el Hospital Nacional, donde fallecieron dos enfermeros, y el gestionado por MSF, alcanzado por cuatro proyectiles en bombardeos continuados, el segundo cuando llegan los equipos de rescate. Además las embestidas afectaron a escuelas y panaderías. Es decir, si no mueren, que ni coman ni estudien.

Médicos sin Fronteras trabaja en Siria desde 2012, gestiona allí tres hospitales y 153 estructuras de salud, económica y materialmente. El balance es bastante grave: catorce muertes entre su personal. En total, 17 centros sanitarios fueron atacados en Siria en seis semanas. El equipo de este último hospital bombardeado fue objetivo en tres ocasiones desde el comienzo de la guerra, que se inició hace ya cinco años. El pasado mes de septiembre la delegación francesa de la ONG aportó financiación para la rehabilitación del hospital días pasados atacado, que había reabierto en diciembre y que atendía a unas 120.000 personas, dos tercios de ellas refugiados llegados de otras poblaciones, que pretendían asentarse en un lugar más seguro.

Pero en la destruida Siria de la guerra no se respetan los tratados internacionales. Los bandos son múltiples, con una participación cuasi encubierta y apoyos de diversos y grandes o medianas potencias y numerosos grupos de milicias anti Bachar el Asad, algunos que sólo combaten en su barrio de Damasco u otras principales ciudades del país, según analistas expertos. Las convenciones internacionales no tienen ningún valor para los diferentes contendientes, señalan responsables de MSF. Las coordenadas GPS de sus hospitales en Idlib y en Alepo les fueron comunicadas al ejército ruso para evitar errores y desastres y han sido precisamente los rusos quienes bombardearon dichas instalaciones, indican diversas fuentes. "Se nos confirmó que respetarían nuestras estructuras", señaló a los medios de información el doctor Mego Terzian, presidente de MSF Francia, recalcando que los contendientes saben que en los hospitales de voluntarios humanitarios no entran armas y en ellos se tratan tanto a civiles, a combatientes heridos o a terroristas, porque como médicos tienen obligación de atender a todo paciente.

Organizaciones de derechos humanos sirias señalan que se atacan conscientemente instalaciones humanitarias como las de MSF y así han sido asesinados miles de civiles desde septiembre.

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