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Con vistas al Naranco

Ondas gravitacionales

Éxito de Tribuna Ciudadana convocando a la sencilla y profunda conferencia del profesor José Luis Fernández-Barbón, originario, a mitades, de Miranda (Avilés) y de Yernes y Tameza. Esa mañana, el mismo científico abría el cotidiano "El País". El físico asturiano celebró así con nosotros la "feliz coincidencia" del centenario de la teoría de Einstein y la confirmación de las ondas gravitacionales. Acto delicioso que nos ayudó a comprender el gran acontecimiento.

Fernández-Barbón deambulaba por el escenario, donde estuvo el Teatro del Fontán (el clariniano de la Plaza del Pan y, antes, Corral de Comedias) casi con la misma soltura y entusiasmo que vimos hace poco en marco cercano a Ara Malikian y su virtuoso violín. También Einstein pregonaba, viajero infatigable, acompañado con su instrumento de exquisita madera. La conocida imagen del sabio, con la lengua fuera, estilo "Rolling Stones", nos provocaba con la curvatura de la luz, debida a la gravedad y a la batuta del profesor avilesino/foscotamezano. Al fin y al cabo qué mejor que un Teatro/Biblioteca/Círculo y súper Ateneo para captar algo del retumbo de remotos agujeros negros, en su alucinante cataclismo.

Fue sin los saltitos del artista armenio aunque no deja de ser salto infinito a trapecio circense invocar imaginativas constelaciones triangulándolo todo a partir de la afamada E=mc2.

Ya nos había dicho Stephen Hawking que su primer editor le había prohibido cifras y ecuaciones pues cada una dividía por dos el número de lectores y, al resultar inevitable "la equivalencia de la energía", -con un humor que neutraliza la dificultad expresiva de la adversidad física- ¡hubiera tenido el doble de seguidores! Sea como fuere, resulta bienvenida a la historia local, en su inmediata oportunidad, la exposición pedagógica de las ondas ante Tribuna en la Biblioteca ayalina, y muy antes las de Hawking en el Auditorio y el Campoamor.

Y a no olvidar que el ovetense Ramón Pérez de Ayala, que da nombre actual al recinto, gastó horas de amistad con Einstein, fotografías incluidas.

Bien recordaba también, en mi fuero interno, la conmemoración, a diferente nivel, de J. M. Álvarez, "Pravia", sobre la esperada publicación del llastrín Pedrayes en su apenas celebrado bicentenario. Y aún los viejos libros de geometría que guardamos en familia del abuelo, Rogelio Masip Pueyo, en puro razonamiento euclediano, que ahora el científico del Instituto de Física Teórica nos animó a superar para la magnífica maravilla en la que la Humanidad, ya sin determinadas conjeturas, comprende mejor su ubicación y así misma.

Admirables Einstein y seguidores. En cualquier caso, el pionero homenaje asturiano se lo hicieron los Vaquero (Palacios y Turcios), colocando la popular fórmula de la relatividad en el soberbio mural de la Sala de Máquinas de Grandas de Salime. Los sorprendentes promotores de aquel entonces no tuvieron miedo a perder la mitad de los escasos visitantes de la magna obra grandalesa.

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