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Nueces de California

Ser o estar: he ahí el dilema

De una de las mayores sutilidades de nuestra lengua a las negociaciones para formar gobierno en España

"La maldad de muchos no está en lo que dicen acerca de su causa, sino en cómo manifiestan sus contradicciones". (Anónimo)

Tenemos un idioma, el castellano, que aparte de otras lenguas vernáculas igualmente importantes para nuestro acervo cultural, es muy bonito pero a la vez complicado. Yo siempre insisto a mis alumnos en la asociación entre lo bello y lo difícil. Creo que fue un famoso científico del siglo XX quien dijo que los problemas tienen que ser a la vez suficientemente difíciles para que sean interesantes y abordables para que no caigamos en el desánimo. El castellano posee ambas vertientes. Decía Carlitos I, nuestro último emperador, en admiración por nuestro idioma (quizás porque era trilingüe), que el francés es el idioma del amor, el castellano para hablar con Dios y el alemán para hablar con los caballos. Aunque nunca he podido hablar con Dios para comprobarlo, yo, que llevo estos últimos dos años aprendiendo alemán, he podido comprobar que cuando llamo a mi perrita "Indie, meine schöne Hündin" (mi perra bonita), se pone como una moto.

Pues bien, una de las mayores sutilidades de nuestra lengua es la diferencia entre ser y estar. Aunque para el hispanohablante esta diferencia es automática, explicar cuándo se utiliza uno u otro a un extranjero es complicado. No preguntaremos la explicación de esta diferencia a los filólogos porque entonces me temo que no nos enteraremos de la respuesta. Por ejemplo, el centro virtual del Instituto Cervantes posee un documento en la red que afirma -después de una primera página de introducción que incita al abandono- que "generalmente se señala que ser, verbo de la intemporalidad, atribuye cualidades consideradas como permanentes, independientes de toda circunstancia, mientras que estar, verbo de la temporalidad, las considera como transitorias o accidentales, determinadas por alguna circunstancia". Esta misma respuesta, un poco más sencilla, se la daba yo unos años atrás a mi amigo Mark Sams, cuando ambos realizábamos el postgrado en el Imperial College of Science and Technology de Londres. Pero Samsy me corrigió y con su acento anglosajón maravilloso me dijo: "¡Eh, eh, para el carro, Juanito! Si eso es así, ¿por qué decís está muerto y no es muerto?". Le respondí: "Bueno, porque somos un país con una gran tradición católica y me imagino que esta frase indica que creemos en una vida posterior, aunque en la presente nos "puteen". Samsy asintió porque todavía tenía en su mente las mujeres vestidas de negro que a cualquier hora salían acompañadas del párroco de misa en los pueblos españoles, pero al poco tiempo volvió con su cara llena de pecas, su pelo "roxu", esbozando una sonrisa y me dijo: "¿Y entonces por qué decís estoy casado y no soy casado, si sois tan religiosos?". Intenté salir como pude de la cuestión y repasé en mi mente rápidamente todas las diferencias que pude detectar entre ser y estar: eres buena-estás buena; eres bella-estás bella; eres tonto-estás tonto; eres mediocre-estás loco, etc?, y le respondí: "La verdad es que no lo sé". Él, que había aprendido a chapurrear el español en Hispanoamérica, se rio y me dijo: ¡En España, "sos locos"! Ambos nos reímos a carcajadas y decidimos dedicar nuestros esfuerzos a degustar la Pale Ale mientras jugábamos al "snooker".

¿A qué viene esta historia? Ese gran dramaturgo inglés de nombre impronunciable escribió la famosa frase: ser o no ser, he ahí el dilema. Pero igual que Vivaldi no hubiese podido escribir las cuatro estaciones en Asturias -porque tenemos cinco-, Shakespeare, si hubiese escrito su Hamlet en Alcalá de Henares, quizás hubiese escrito: ser o estar, he ahí el dilema. ¿Qué es más noble para el alma: sufrir los golpes y las flechas de la injusta fortuna? o tomar las armas contra un mar de adversidades y oponiéndose a ella encontrar el fin? Ser indignado o estar indignado, esa es la cuestión.

Hace ya más de dos meses que los españoles hemos votado en las últimas elecciones y hemos elegido un Parlamento multicolor donde los pactos son necesarios para gobernar y decidir caso por caso. Estos inútiles a los que hemos elegido son, sin embargo, incapaces de hablar, de escucharse, de cambiar los a prioris borrando las líneas rojas para llegar a acuerdos. Sólo hasta ahora Pedro Sánchez y Albert Rivera parecen haber entendido el mensaje de las urnas. Tengo que reconocer que Sánchez me ha sorprendido favorablemente. En cuanto a Podemos, creo que se están equivocando gravemente. ¿Están sus dirigentes políticos realmente indignados?; dicho de otro modo, ¿son indignados? Si realmente lo están, como parece ser el caso de los votantes que los han elegido, tienen que entender que el cambio genera tensiones, y que sólo el movimiento genera cambio. El inmovilismo de las líneas rojas y de las ideas precocinadas que tanto han criticado en la casta solo genera caspa. Estamos cansados de estrategias, "Maquiavelos" y de juegos de trileros.

La verdad es que no me sorprende, porque el universo funciona mediante leyes de conservación y no hay más cera que la que arde. Cuando vi todos estos grupos de nuevos políticos surgir de las facultades de ciencias políticas de algunas universidades españolas, dudé, porque desgraciadamente conozco lo que se mueve en la Universidad. Dudé cuando supe que a Monedero le habían pagado 450.000 euros por un estudio hecho a medida y a los doctores se les contrata por menos de 700 euros al mes. Dudé cuando oí a Pablo Iglesias alabar al gobierno bananero del difunto Chaves, imitando el tic-tac de los gobiernos populistas. Dudé cuando vi todos estos vídeos de hemeroteca en los que el líder de Podemos se pone en evidencia o cuando oigo a Willy Toledo decir que más de 5.000 plañideras despidiendo a Chaves en la hora de su muerte son prueba de su gran obra. Me pregunto, ¿dónde estaría este fenomenal actor cuando murió Franco y la capilla ardiente (me gusta este nombre) se instaló durante varios días en el palacio de Oriente para despedir al dictador, o cuando se llenaba la plaza de Oriente de "lame-adeptos"?

En fin, llueve sobre mojado. Es una mala noticia que Podemos haya tomado este camino y parametrice el problema en izquierdas y derechas. Me niego a que los falsos apóstoles monopolicen la indignación. Deberían leer el ensayo de Stéphane Hessel "Indignez-Vous" (www.millebabords.org) para entender realmente este concepto. Sólo tiene 19 páginas, no como los mamotretos con los que algunos partidos parecen haber tomado el pelo a sus votantes. Lo bueno, si breve, dos veces bueno. Lo escribió con 93 años y concluye que la indignación es la resistencia y también propiciar el movimiento. Sin embargo, algunos políticos, antes de empezar, parecen estar amortizados. Cada vez aguanto menos la "cutrez", los mediocres que todo lo critican y no hacen nada, y los plastas. También creo que lo más importante no es sólo ser, sino también saber estar. Algunos dirigentes de Podemos podrían tomar lecciones si realmente desean canalizar la indignación. Como diría Hamlet: "La conciencia nos hace cobardes". Sólo espero estar equivocado. Un país no se hace sólo con el cincuenta por ciento. La integración es progreso.

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