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El glamour del secundario

Aparte de su espléndida interpretación, cabría pensar que en el "Oscar" al mejor actor secundario a Mark Rilance, en su papel de honrado coronel del KGB en "El puente de los espías" (postergando al candidato Stallone), habría tal vez el recuerdo de un pasado aún no aflorado por completo de Hollywood, cuando, antes del funesto macartismo, había en sus estudios cientos de "secundarios" comunistas bienintencionados. Es el papel, también, aunque éste en la función de arrepentido, de Ulrich Mühe, el oscuro escucha de la Stasi en "La vida de los otros" ("Oscar" en 2007). Aquellos viejos comunistas de la Guerra Fría, en los que el siniestro sistema había logrado abolir el ego personal, poniéndolo al servicio de una causa colectiva y colectivista, ejercerían quizá todavía cierta fascinación, otorgándoles un aura especial entre el fulgor de las estrellas: el brillo de la opacidad, el resplandor del no-ser.

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