No estaría nada mal que de una vez por todas los políticos asturianos abordasen con seriedad y coordinadamente la ordenación del área metropolitana central de la región, una idea que viene de antiguo, pero que hasta ahora siempre quedó en nada, en papel (que hay mucho escrito sobre el asunto) mojado. Lo malo es que han sido ya tantos los intentos de poner en práctica la "gran ciudad asturiana" que es normal que los ciudadanos desconfíen de esta nueva tentativa planteada por el Gobierno de Javier Fernández. Lo que es evidente es que un plan armonizado para el área metropolitana central sería beneficioso. Eso sí, siempre que las instituciones implicadas, tanto los 29 municipios afectados como el Ejecutivo autonómico, se pusiesen de acuerdo para sacarlo adelante. Y para ello sólo hay un camino, el de la cesión, el mostrarse dispuestos a renunciar a intereses particulares por el bien general.
En juego está el colocar a Asturias por encima de los perniciosos localismos que, en demasiadas ocasiones, frustraron iniciativas valiosas o, como poco, las entorpecieron. Y eso es lo que, desgraciadamente, puede volver a pasar ahora. Con el siempre peligroso añadido de la desmesurada politización, a la que tan dada ha sido la región en los últimos años.
Reabrir el debate sobre el área metropolitana asturiana es importante en sí mismo, sin entrar en el contenido concreto del plan hecho público por el Gobierno. Se supone que lo que se busca es un debate en profundidad para tomar después las medidas que se consideren más oportunas para el conjunto de los territorios que conforman el área metropolitana. Por eso, oponerse de partida al texto base de la discusión carecería de sentido, como también no tendría ninguna lógica que desde el Ejecutivo autonómico se pretendiesen imposiciones. El único método posible para evitar un nuevo fracaso es el del consenso.
