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andres montes

Culpable el último

Nadie quiere ser el culpable de la repetición de elecciones. En un país en el que lo público da pereza si no va envuelto en espectáculo vocinglero y en el que ni los momentos de mayor polarización, como fue el 20D, disparan la pasión por las urnas, convertirse en responsable de un proceso tedioso, que además nos cuesta 160 millones de euros, reduce el atractivo a los ojos del elector.

Con el correr de los plazos para convocar unos nuevos comicios se intensifican los gestos de acercamiento y búsqueda de complicidades. Una disposición sólo rota por Ciudadanos cuando asegura que prefiere volver a las urnas antes que ver a Podemos tocar poder en alianza con el PSOE. Pronto conoceremos si, a medida que se agoten los días para investir a un nuevo Presidente, mantienen esa apuesta, hecha desde su posición aventajada de ser los que tendrían mejores condiciones de partida en el caso de nuevos comicios. Las encuestas, como ya advirtió Heráclito sobre el señor cuyo oráculo está en Delfos, ni dicen ni ocultan , sino que indican, apuntan algo sobre un momento preciso más allá del cual todo es incertidumbre. El riesgo de someterse al elector nunca es pequeño. Pero ahora, además del temor a los daños electorales que puedan derivarse de la desafección del votante y de la reconsideración del voto al identificar al culpable de las nuevas elecciones, pesa también el peligro de las posibles oportunidades perdidas, de lo que todavía puede ser pero quedaría inédito a poco que se produzcan pequeñas variaciones en los resultados. ¿Afrontará, por ejemplo, Ciudadanos el riesgo de que tras el 26 de junio su destino pueda quedar vinculado al de un Mariano Rajoy que cada día confirma su incapacidad para adaptarse al nuevo tiempo político? Esas son preguntas que quedan fuera del ejercicio de la negociación pero que también marcan la estrategia de los partidos. Quizá por ello resulte una temeridad juntar política e imposible en la misma frase.

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