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Gloria e infierno

"Todo placer quiere eternidad" (Nietzsche), pero no hay tal, sino alternancia. Infierno sucede siempre a gloria, y, con mucha suerte, gloria a infierno. Que se lo pregunten, si no, al Barça y al Real (de Mario Conde no hará falta hablar). O, sin ir más lejos, a "Cobradiezmos", el "victorino" indultado anteayer en la Maestranza de Sevilla, al que el pañuelo naranja del presidente dio la gloria, después de haber padecido las llamadas suertes (de varas, de banderillas). El infierno, hoy tan devaluado, es justo el que permite que haya gloria a ratos, pues la gloria eterna no entra en cabeza humana, se vuelve tedio nada más pensarla. La persona cabal disfruta de la gloria sin perder la conciencia del infierno, goza ya de aquella como efímera. La gloria es un diezmo, o sea, una décima parte, como mucho. Alguien debería indagar quién fue el profeta que le puso nombre a "Cobradiezmos".

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