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Eduardo Lagar

Conde, a la segunda

Ahora que bajó la marea y afloran yermos los restos del naufragio moral y económico, los palmeros de aquella fiesta que vivió España se apresuran a borrar de calles y plazas, de placas y listados honoríficos, los nombres de cuantos prohombres encumbraron a lo loco. Nadie quiere acordarse ya de cómo procesionamos con aquellos santos que recogían el galardón con una mano y, con la otra, nos levantaban la cartera. Lo más español hoy en día es hacerse el sueco.

La última defenestración le ha tocado a Mario Conde, rey desnudo con gomina. Pero su caso encierra una preocupante singularidad. Conde se ha quedado sin el título honoris causa que le concedió la Universidad Complutense de Madrid. La decisión sólo contó con un voto en contra, que ya es mucho en estos tiempos de depuraciones urgentes. Su reciente aparición en la monumental redada de millonarios de Panamá y su nuevo encarcelamiento ha hecho abrir los ojos a los responsables universitarios. Le han quitado el oropel porque sus actuaciones, argumentan, "son contrarias a la dignidad que debe exigirse a quien ostenta esta distinción". Lo sorprendente del caso es que el honoris causa le fue entregado el 9 de junio de 1993, cuando aún presidía Banesto, y aunque siete meses después la entidad fue intervenida y su repeinada cabeza visible enviada a prisión, nadie levantó la mano en la Complutense para pedir la retirada del título. Le cayeron 20 años a la sombra pero mantuvo el honoris causa. Se ve que entonces no delinquió lo suficiente para atentar contra la dignidad de la universidad madrileña, así que tuvo que rematar la faena tantos años después. En el ínterin, recuerden, tampoco nadie se acordaba del escándalo de Banesto. Conde llegó a tener miles de seguidores que adoraban a un convicto como símbolo de honradez y regeneración política. Increíble.

Así somos. Pueblo hipócrita. Hoy nos apresuramos a borrar el rastro de la pleitesía (interesada) que rendimos a tanto atracador encorbatado pero hasta hace bien poco lo nuestro era pulverizar perfume sobre la mierda y silbar tangos, a ver si colaba.

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