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Cien líneas

Separatas

Guerra de banderas. Otra vez. La cita es el domingo, en Madrid, en el estadio Vicente Calderón, donde se jugará la final de la Copa del Rey. El Sevilla y el Barcelona en la pugna. Las autoridades han prohibido que en el campo se muestren las banderas esteladas catalanas. Y, claro, agria polémica, que acabará fatal, de eso no cabe ni la menor dura.

En España hay una amplia libertad de expresión con las limitaciones del código penal, que es lo lógico y de lo políticamente correcto, que es lo escandaloso. Una y otra vez rozamos la dictadura. Se vio el otro día en Pola de Siero donde un grupo ultra agredió verbalmente, de una forma salvaje, al padre de un líder demócrata venezolano, encarcelado por un canalla tal que Maduro.

Con las banderas ocurre lo mismo. Una con la cruz gamada es prohibida con toda razón. Otra con la hoz y el martillo es bendecida. Hitler no fue peor que Stalin y Mao, ahí se van los tres en igual grado de monstruosidad, pero entre nosotros lo políticamente correcto tiene un sesgo, sobre sus indeseables consejas, marcadamente izquierdista. Y también separata.

La estelada es una bandera partidista, de grupos que quieren acabar con España. Debería estar prohibida en el Calderón y en cualquier sitio. Pero con Otegi como héroe en el Parlamento catalán ¿aún es posible evitar lo peor?

Hace mucho tiempo que todo se nos fue de las manos. Mandan los enemigos de la democracia y de la convivencia y solo cabe esperar que no silben demasiado al Rey y al Himno nacional el domingo en el Calderón o donde les plazca.

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