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andres montes

En extraña tierra de nadie

Beard, el rigor y las limitaciones de la historia

El subtítulo del libro más reciente de Mary Beard en español ilustra bien sobre la personalidad de su autora. "SPQR" (Crítica) es "una historia de la antigua Roma", no "la historia de la antigua Roma", ni "la historia definitiva" que habría firmado alguien con más afán de sentar cátedra. Beard combina el rigor de la investigación con el reconocimiento de las limitaciones de su especialidad. Se mueve en lo que ella misma define, refiriéndose a Pompeya, como "esa extraña tierra de nadie que queda entre las ruinas y la reconstrucción, entre la Antigüedad y el presente". Desde esa misma perspectiva advierte al lector de "SPQR" (el acrónimo de "Senatus Populusque romanus", que las legiones llevaron a un vasto territorio y que hoy pervive en las tapas de las alcantarillas de Roma) que "la historia de Roma está todavía en desarrollo".

Catedrática de Clásicas en Cambridge, Beard pertenece a una estirpe intelectual de gran arraigo en el mundo anglosajón, que tiene su raíz en Edward Gibbon y su magno relato de la decadencia y caída de Roma. Lo que durante mucho tiempo fue una obra de referencia, constituye hoy un espléndido testimonio de una forma de entender la historia que sorprende por el vigor de su prosa y está en el polo opuesto a sus herederos académicos.

El de Beard es un mundo abierto por una gran maquinaria de conquista, articulado por una red de comunicación única y en el que podríamos ver algunos rasgos que prefiguran nuestro tiempo. La historiadora alerta del peligro de extremar la búsqueda de similitudes, pero nos recuerda que "el imperio romano era de hecho un vasto mercado único", que más allá de su huella de civilización ha dejado un rastro de su potencia industrial incluso en el casquete de hielo de Groenlandia, "donde todavía pueden encontrarse residuos de la polución provocada por la metalurgia romana, cuyos niveles no volvieron a alcanzarse hasta la Revolución Industrial".

En momento críticos para los estudios humanísticos, Beard tranquiliza sobre el futuro de disciplinas que nos hablan tanto del pasado como de nosotros mismos. "Uno de los sellos distintivos de los estudios clásicos como disciplina ha sido siempre la capacidad de cada generación de congratularse por su propio redescubrimiento de la Antigüedad clásica, al mismo tiempo que lamenta el declive del aprendizaje clásico", constata con ironía en "La herencia viva de los clásicos" (Crítica), una recopilación de artículos que es una muy buena vía de acercamiento a la autora.

En torno al pasado, cuyos elementos de conocimiento son limitados, se generan demasiados juegos de ficción. "El prestigio de este oficio recae sobre quienes son más astutos que sus fuentes, sacando respuestas inesperadas de lugares inesperados, y aquellos que representan el papel de ingenioso detective en contra de la aparente conspiración de ancestral silencio", avisa la nueva "Princesa" de Ciencias Sociales.

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