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A vueltas con el cráter de Chicxulub

El sondeo geológico realizado para estudiar el impacto del meteorito que ocasionó una de las grandes extinciones masivas

Han pasado siete semanas para que desde la plataforma Myrtle -un barco capaz de anclarse al suelo marino- se perforaran 1.300 metros de profundidad en una zona arcana. La exploración se enmarca dentro de un ambicioso proyecto multidisciplinar (organizado por ECORD, "European Consortium for Ocean Research Drilling" e IODP, "International Ocean Discovery Program"), en el que participan científicos de más de diez países, entre ellos España (Universidad Complutense de Madrid y la de Zaragoza). Se trataba de efectuar un sondeo profundo hasta alcanzar de manera directa el famoso cráter de Chicxulub, situado al noroeste de la península de Yucatán, en la convergencia del Golfo de México y el Mar Caribe, cuyo centro se sitúa en la población pesquera que le da el nombre, de difícil pronunciación.

De modo sintético, intentaré aclarar lo sucedido a base de utilizar preguntas y respuestas.

1) ¿Por qué interesa investigar esa antigua megaestructura geológica? Hace 66 millones de años (finales del periodo Cretácico) un enorme meteorito colisionó con la Tierra en ese punto geográfico con un resultado aterrador, ya que aniquiló a los seres de mayor tamaño jamás conocidos: los dinosaurios. La energía liberada por el descomunal encontronazo se calcula que alcanzó una potencia dos millones de veces superior al mayor dispositivo explosivo ideado por el hombre.

El catastrófico suceso produjo un cráter -en gran parte sumergido bajo las aguas marinas y cubierto por unos 600 metros de sedimentos más modernos- de unos 180 kilómetros de diámetro total. El polvo en suspensión engendrado por el evento redujo sustancialmente la entrada de radiación solar, impidiendo la fotosíntesis y provocando, en un primer momento, un enfriamiento generalizado, seguido de episodios de lluvia ácida (debida a los aerosoles sulfatados) y con posterioridad un calentamiento global, en base al efecto invernadero desencadenado por el dióxido de carbono y los óxidos de azufre añadidos a la atmósfera. Es decir, un cambio climático no derivado, como el presente, de la actividad humana -ya que aún no habíamos hecho acto de presencia-, sino por un agente externo.

2) ¿Cómo se atisbó el cataclismo? En el ocaso de la década de 1950 la empresa Pemex ("Petróleos Mexicanos") realizó en esta zona una perforación que alcanzó una roca considerada entonces como una lava volcánica atípica sin más. Años después, geofísicos de la misma petrolera advirtieron la presencia en el área de una cadena con morfología circular de elevaciones, sin poder explicar su significado, que resultaron presentar una notable karstificación carbonatada (con morfologías conocidas en lenguaje maya como "cenotes"). Más tarde, un grupo de geólogos obtuvieron evidencias mineralógicas propias de los cráteres de impacto (tales como determinados especímenes de cuarzo y tectitas, o sea, vidrio natural producido por la fusión del material debido a una colisión), anomalías gravitatorias y geoquímicas (presencia de iridio y ocasionalmente de platino), concluyendo que se trataba de "impactitas", esto es, materiales geológicos con demostraciones inequívocas de choque.

3) ¿Existen otros fundamentos que amparen el brutal golpetazo? Resulta casi imposible conocer con un cierto grado de exactitud lo que pasó, por lo que hay que moverse en un ámbito hipotético. La explicación de más amplia aceptación por la comunidad científica es la conocida como "hipótesis Álvarez", dado que fueron dos científicos de origen asturiano (el físico Luis Walter Álvarez -premio Nobel de Física en 1968- y su hijo el geólogo Walter Álvarez -doctor Honoris Causa por la Universidad de Oviedo en 2008-) los que se percataron de la existencia, en muchos lugares del mundo (comenzando en la localidad italiana de Gubbio, pero extendiéndose los hallazgos por lugares tan alejados entre sí como América, Europa, norte de África, Japón o Nueva Zelanda), de una capa sedimentaria de tan solo un centímetro de espesor, compuesta por material arcilloso con altas concentraciones de iridio -superando hasta cien veces las cifras normales del elemento- situada en lo que se conoce como límite K/T (K proviene del término Cretácico -con la inicial K del alemán Kreide- y T de Terciario). Este hecho es sorprendente, dado que el iridio es muy escaso en la corteza de nuestro planeta, pero abundante en asteroides y otros objetos extraterrestres; el asunto puede ser explicado por la expansión del metal por la atmósfera después del impacto del cuerpo celeste y su posterior depósito en lugares distantes, al igual que ocurre con las cenizas emitidas por un volcán.

Aunque aún se debate si fueron uno o varios los meteoritos involucrados -se supone que el de Yucatán fue un fragmento escindido de un bólido mayor-, la idea que prevalece es que este acontecimiento fue la causa principal de una importante extinción masiva -una más de las que acontecieron a lo largo de la historia- que, en este caso, afectó a los dinosaurios, entre otros seres; aunque no se descarta que a lo sucedido podrían sumarse las excepcionales erupciones volcánicas que existieron durante esa época, bien constatadas en algunas regiones.

4) ¿Y ahora qué? La enorme cantidad de muestras extraídas en el sondeo ("testigos" entre los que se incluyen brechas de impacto) serán transportadas a un laboratorio norteamericano y a Bremen (Alemania), donde serán objeto de todo tipo de estudios científicos y técnicos. Los análisis permitirán -sin duda- resolver muchas de las incógnitas que aún persisten: explicar la mecánica de un impacto de esta tipología y ahondar en los efectos apocalípticos de una hecatombe capaz de desencadenar la desaparición de miles de especies (extinción masiva), amén de desentrañar cómo la naturaleza se fue adaptando para que surgieran otras formas de vida, incluyendo los grandes mamíferos.

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