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Cien líneas

Tongo

Como previa, preparación y avituallamiento bajé hasta Santullano, a las fiestas de Santa Filomena, que forman parte del ser, estar, sentir y no se cuántas cosas más del universo carbayón. Regresé con dos magníficos bollos, chorizo de Arrieta y pan de leña de Cancienes, los mejores que se distribuyen en el año en esta Tirana, capital de Albania, olvida por todos y cercada por los de siempre.

Y al debate de cabeza, con el alimento asegurado y una botella de Albariño.

El resultado se conocía de antemano. Solo un día antes había concluido la reunión del Club Bilderberg en Dresde a la que acudió el socialista fabiano Luis Garicano -anti AVE asturiano y contra aquella Caja de Ahorros que fue nuestra- en representación carnal de Albert Rivera. Dicho de otra manera, Rivera es el chico de los que mandan como lo fue en diciembre Pedro Sánchez -había asistido a la reunión celebrada solo unos meses antes- y mira que intentó cumplir con las órdenes recibidas, proponiéndose como candidato mientras Rajoy se hacía a un lado. Pero no pudo ser porque hay cosas que ni los amos del mundo son capaces de sustanciar.

Después de la primera media hora de tiquitaca me pasé a la radio, siempre menos cutre. Otra media hora y me fui a las redes sociales, tan divertidas y llenas de gente ocurrente.

Un debate entre cuatro socialistas es insoportable. Y resulta indignante cuando encima sortean retóricamente el corazón de lo que piensan y facilitan: la separación legal de Cataluña.

Me refugié de tanto sorpasso en la segunda botella del maravilloso caldo gallego. Ya no quedaba pan y, claro, sobraban chorizos.

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