Empédocles de Agrigento, hace de la broma algo así como 25 siglos, terminó sus días arrojándose de cabeza al Etna -un volcán de Sicilia: apunte a propósito de las víctimas de la Logse- forma tremendista del clásico polvo eres y en polvo te convertirás. Así lo cuenta Hölderlin y nadie le ha llevado la contraria.
Describió el mundo a partir de cuatro elementos. A saber, el agua de Tales de Mileto, el fuego de Heráclito, el aire de Anaxímenes y la tierra de Jenófanes. Realmente el pneuma era cosa suya al demostrar su existencia física experimentando con una clepsidra.
Y sabía que la Tierra era redonda así que el verdadero mérito de Colón no consistió en llegar a América sino en la sabiduría náutica para regresar.
Consideraba el filósofo que en el pasado la variedad de animales y plantas había sido más alta que en su tiempo. Pero esos seres vivos "debieron de ser incapaces de generar y continuar su especie porque en el caso de todas las especies existentes, la inteligencia, el valor o la rapidez las han protegido y preservado desde los inicios de su existencia". Darwin no pasa de vulgar copión.
Los románticos pintaron el gesto ígneo de Empédocles como incitación al pueblo para que se auto regenerase: "No hay manera de ayudaros sino no os ayudáis vosotros mismos". Como la crisis positiva de Vigil pero en sublime.
No pretendo asustar a nadie pero creo que aquí, allí y allá tal es ahora mismo la gran cuestión. El volcán amenaza como nunca: sálvese quien pueda.